domingo, 5 de octubre de 2014

Cadáver Exquisito


Cadáver Exquisito


La luna había comenzado a aparecer. El hombre no entendía qué pasaba, su cabeza parecía flotar y el cuerpo le pesaba como si una tonelada de piedras estuvieran encima de él. Hacía cuatro días que dormía sin parar; o, al menos, eso era lo que él creía.


Alba Eva Gomez Querves

Nunca cierres las puertas tras de ti,nunca veas por encima de tu hombro, nunca juegues con tu sombra... Macanas! cosas de viejas! sustos que les daban a los pobres niños en los dìas que se portaban mal como hacen siempre. Siempre tan rebeldes a pesar de las advertencias. ¡Da igual! Supongamos que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Esta noche cuando se abran las tapas del gran libro guardado por la familia desde hace ciento veinte años sabremos cual es la verdadera razòn de conservar esta casa, estos bienes y de que esta sea considerada la familia màs rara de toda la provincia. Son las nueve... ¿estaràn todos?


No, no lo creo, no se oye nada. Tal vez no se hayan atrevido a venir. Andrei siempre ha sido un cobarde y eso por no hablar de la déspota de su esposa y de esos dos niños repelentes que no paran de berrear a todas horas".
Con sus pensamientos aprisionados entre cábalas y divagaciones, Corneliu, llamó a la puerta. Cierto es que ÉL se había criado en aquella tenebrosa casa emplazada entre los muros del castillo de Dram; pero desde que recibió una extraña carta en la que era reclamado para un asunto de vital importancia para él y para su hermano Andrei, se sentía terriblemente agotado. Corneliu sabía que el requerimiento de su presencia estaba directamente relacionado con el contenido del gran libro que la familia había ocultado durante tanto tiempo.


¿A qué santo? ¿Por qué me envían una carta con ese extraño caballero? ¿Y ese sello de dónde proviene? Juraría que lo había visto antes. Sí, sin duda. Nunca olvidaría las dos cruces entrelazadas y ese maldito pájaro: el halcón. Pero, no consigo recordar dónde lo vi antes. Voy abrir la carta. ¿Por qué demoras lo inevitable? ¿Por qué este extraño presentimiento? Vamos Corneliu, diría mi abuela. No te arrugues... " El próximo sábado por la noche justo después de la cena es importante que acudas a la bliblioteca. Allí se presentará el gran libro familiar y se desvelará un secreto de gran importancia. Este mismo mensaje lo ha recibido tu hermano Andrei. Os espero." No va firmado ¿Quién tiene tanto interés en citarnos y con tanto secretismo? No me gustan nada estos jueguecitos.


Tardaban en abrir. ¿No se trataría de una broma de mal gusto?, pensó Corneliu. Sobre el dintel de la gran puerta de madera labrada aparecían las dos cruces entrelazadas y el halcón. Si todo era obra de algún bromista, se había tomado mucho trabajo para que nada quedara fuera de lugar. Por fin escuchó un ruido parecido al de los pasos de una persona. Unos pasos que más bien se arrastraban que caminaban. Sintió que la angustia se apoderaba de él. Un miedo profundo, arraigado en su interior. Por un instantante tuvo la sensación de déjà vu. Algo que lo retrotraía a su adolescencia y a la de Andrei. Una llave empezó a girar dentro de la enorme cerradura.


La puerta se entreabrió y la quietud de la oscura noche se llenó del quejido de bisagras oxidadas por el paso del tiempo y el efecto de la brisa del mar que, inmisericorde, peinaba día tras día, y noche tras noche, las frías piedras de los muros del castillo de Dram. Corneliu dio un respingo y recordó otra noche… pero la misma puerta, la misma brisa, el mismo sonido chirriante. En aquel momento su hermano Andrei no estaba a su lado empapado, tiritando de frío, con la mirada perdida y las lágrimas dejando surcos brillantes sobre sus sucias mejillas; ni él lloraba asustado como aquella noche, pero el temor era el mismo, no se había ido; allí estaba, esperándole. 
- Buenas noches, señorito Corneliu. – La misma voz profunda, ronca, dura- ¿Hoy no le acompaña su hermano Andrei?


-!Buenas noches, Sara! Llegará más tarde, creo ¿Me puedes preparar la habitación de arriba? ¿La que da al huerto? Me voy a dar un baño. Estoy muy cansado del viaje-.
En aquellos momentos no deseaba ver a nadie. Solo quería relajarme y no pensar en nada. Después del banyo subí a la habitación y me tumbé en la cama. Los recuerdos se agolparon en mi mente. Poco a poco empecé a comprender lo que teníamos que hacer. No iba a ser nada fácil convencerlos a todos. Confiaba en que mi hermano al llegar supiera dónde encontrarme, bueno, si es que conseguía reunir el valor suficiente. No iba a ser nada fácil, en especial para él, mi pobre y desgraciado hermanito Andrei.


Después de la entrada de Corneliu, como si fuera una señal, desde un coche aparcado junto a la muralla, dos hombres echaron a andar en dirección a la casa. Su actitud y su aspecto no presagiaban nada bueno. Habían esperado pacientemente a que el enorme portalón se cerrara tras el visitante antes de ponerse en marcha. Caminaban despacio. Llevaban el cuello de sus abrigos levantados, como si el frío o un viento inexistente les castigara la espalda, y el sombrero echado sobre los ojos. Uno de ellos renqueaba de manera ostensible. El otro, enjuto y de mala catadura, se mantenía ligeramente rezagado con las manos hundidas en los bolsillos. Al llegar ante la puerta, el primero, alzó la mirada hacia las dos cruces, vaciló unos segundos y, decidido, alzó la aldaba con la empuñadura de su bastón para dejarla caer con fuerza. El sonido de la llamada se perdió en las oscuras entrañas de la casona.


El certero golpe de la aldaba hizo dar un brinco al pobre Corneliu que a pesar del baño no alcanzaba la serenidad suficiente. Sabía que había llegado el momento de cumplir los roles que desde tanto tiempo les tenían asignados, a él como a su hermano Andrei. Nunca pudieron leer el libro guardado por generaciones y generaciones con extremado celo, pero su inteligencia sumada a miles de comentarios escuchados de casualidad, le daban la certeza de que tendrían que pagar algo. Quiso imaginar que el llamado era de Andrei, aunque algo en su interior le dijo que no, que era el cobrador y debía enfrentarlo, Era así, no tenía escapatoria. Para confirmarlo bajó las escaleras ya que había elegido la habitación que daba al huerto y eso le impedía ver la puerta de entrada. Al llegar al último escalón soltó un grito desgarrador. Las visitas ya estaban en la sala y su presencia lo llevó a otro tiempo, en ese mismo lugar y a la próxima factura por vencer. Quedaba la esperanza de que Andrei llegara a tiempo y que Sara no notara su temor. La rueda había empezado a girar.


Sí, la rueda lentamente había puesto en marcha sus engranajes, ya no había marcha atrás.
Me detuve en la escalera para tranquilizarme y reconocí en la sala al rengo y al otro, que a pesar de los años transcurridos, tenía la misma cara de buitre.
Nueva
mente se oyó el golpe seco de la aldaba. 
Sin duda debe ser mi hermano—pensé — es el único que falta.
Sara trabajosamente abrió la enorme y pesada hoja de la puerta.
Escuché las palabras de Sara y del visitante:
—Buenas noches—dijo con un temblor que no podía controlar. Espero que me recuerdes Sara.
—Por supuesto señorito Andrei— dijo con voz que denotaba temor y ansiedad.
Corrí hacia él, hacía tiempo, mucho, que no nos veíamos. Sentí el abrazo y volvieron recuerdos que creí olvidados, pero no, estaban dormidos. Recuerdos que volvían como fantasmas del pasado, cuentas que debíamos saldar.
Yo sabía que en ese gran libro, custodiado por tantos años, se decía lo que ocurriría a los descendientes de la quinta generación y esos éramos nosotros, yo Cornelius y mi hermano Andrei.
Debíamos saldar una pesada deuda, más que nada deuda moral.
Sara, la vieja ama de llaves, que siempre había estado en nuestra casa sabía más de lo que creíamos. Cuando éramos niños siempre la encontraba escuchando y muchas veces se santiguaba después de despegar la oreja de la puerta.
Ella sabía, pero nosotros… algo imaginábamos pero no todo.
Me recompuse y aclarando la voz, pegado al cuerpo de Andrei, entré al salón.
Las voces se silenciaron y todos los rostros giraron y clavaron sus ojos en mí, parecía que para ellos Andrei era invisible.

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Marijose Pérez Roldán

 Corneliu, buscó con la mirada el secreter de madera de caoba donde tía Anastasia guardaba las carpetas negras, que con seguridad contenía secretos de la maldición de la familia. Los niños tenían prohíba la entrada en el salón, pero la curiosidad infantil, lo llevó en más de una ocasión a esconderse para descubrir alguna cosa que le ayudara a entender a esa rara familia a la que pertenecía. El secreter no estaba, lo podía confirmar. Pensó que debía encontrarlo, aunque no sabía bien porqué. De repente recordó, que su prima Irina, ocupó el castillo durante una temporada; hasta que una mañana sin motivo aparente amaneció muerta en su cama.

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Netty Del Valle 

Corneliu había llegado a la conclusión de que eran muchas las señales que evidenciaban el encierro de un gran secreto. Él sabía que debía estar con los ojos bien abiertos para observar detenidamente a todas las personas que se encontraban reunidas en el salón.
Una gran duda empezó a deslizarse por su conciencia y comenzó a desconfiar hasta de su propia sombra…
Sintió frío y quiso calentarse un poco buscando maquinalmente la pipa en el bolsillo de su abrigo, pero lo que palparon sus dedos fue la carta de invitación que todavía conservaba. Un ligero estremecimiento le corrió por la columna cuando recordó los dos símbolos del fatídico sello que servían como única identificación del incógnito remitente.
-¡ Maldita sea! ¿Cómo no lo había descubierto antes ? Paseó una mirada divertida por el salón y se sentó en la mullida poltrona a esperar, sin perder el control, el desenlace de la extraña reunión.


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Núria Burguillos

 Lo último que recuerdo es la copa que me sirvió Sara. Después entré en una especie de sueño que me dejó aturdido durante horas, o quizá días, no lo puedo asegurar. Me sentí atrapado. ¡Menos mal que había tomado mis precauciones porque si no ahora no lo estaría explicando! Doy gracias por estar vivo. Lo cierto es que cuando Andrei y yo descubrimos el libro, no podíamos imaginar cómo condicionaría el resto de nuestras vidas. Pero los secretos, por mucho que se quieran preservar, siempre acaban saliendo a la superficie... Saber por qué y cómo llegamos al castillo, descubrir qué clase de gente nos acogió y conocer la verdad de nuestro origen fue un impacto brutal, por eso, al recibir la carta, decidí llamar a la INTERPOL, ¡no podía soportarlo más!

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Soledad Garcia Garrido

 La policía se encargaría de detener a esos desaprensivos y de investigar el caso. Pero, ¿cuánto podrían tardar? Cornelius había despertado, sí, pero no era ya el mismo. Los músculos adormecidos le impedían andar con normalidad y un raro sabor metálico le corroía el paladar. Su inquietud iba en aumento. ¿Dónde estaba Andrei? ¿También le habían anestesiado a él? El dolor de cabeza de Cornelius le anulaba cualquier intento de pensar claramente, pero era todo muy raro. Llegó a dudar de la propia policia, que le interrogaba sin cesar como si él fuera el autor del maldito libro y su secreto. Sara se encargó de cuidarle como cuando era pequeño, pero en su mirada el niño hecho hombre halló un brillo desconocido que le impulsaba a rechazar su ayuda.