domingo, 11 de noviembre de 2012

Ginés Serrano, el sargento de la Policía Municipal




La estación de trenes de Atocha es, entre otras cosas, uno de los rompeolas de guiris de Madrid. La mañana que nos ocupa comenzó con un retraso en el AVE de Sevilla y las colas ante las taquillas para obtener la devolución del dinero; de una de esas colas salió un hombre mal encarado que se dirigió, silencioso y dubitativo, a una oquedad junto al estanque de los galápagos, para allí agacharse sigilosamente. Ginés Serrano, el sargento de la Policía Municipal, lo vio y mirándole de arriba abajo, le preguntó:
- ¿qué coño estás haciendo con los pantalones bajados?
- que voy a hacer – le respondió aquel individuo- ¿no lo ves? estoy meando
- ¿agachado?, dijo Ginés
- Sí, tengo hipospadias
- El policía, volvió a cuestionar: ¿congénitas?
- No, dijo aquél: en la picha
Sonrió, la imagen bucólica le recordó la de ese rey de España que también las padeció, Francisco de Asís, el marido de Isabel II, a quien el populacho dedicó unos versos crueles:
Paco Natillas/ Es de pasta flora/ Y mea en cuclillas/ Como las señoras
Prosiguió su ronda rutinaria; poco después oyó por el walkie que comunicaban la detención de un par de estafadores de poca monta. Habían intentado dar el timo del tocomocho a un primo con el programa electoral del PP: habían tuneado el citado programa haciendo coincidir una de las cifras de las series mensuales del paro, con el número agraciado con el Cuponazo de la ONCE.
Cuando llegó la hora del café se encontró con el Yeti, un viejo conocido de la comisaría; le llamaban así por ser el “abominable hombre de la Nieves” una lumi que convivía con él y a quien amargaba la vida un día sí y otro también. Estaba enfrente del cajero automático de la sucursal de Bankia; tenía una tajada impresionante y trataba de sacar dinero introduciendo un kleenex por la ranura de las tarjetas; desesperado por la falta de éxito, preguntó al pitufo:
-¿Vd. sabe porqué no me coge el cajero esta tarjeta? – señaló blandiendo el kleenex-
Ginés, sonriendo, le respondió: yo creo que debe tener sucia la banda magnética; prueba a frotarla con la camisa y vuelve a intentarlo.
Continuó su recorrido; subió por la escalera mecánica hacia la plataforma de la vía muerta donde estaba a punto de clausurarse el Primer Taller Nacional de Labores Primorosas, que iba a presidir el Rey; este taller, destinado a premiar los mejores trabajos artesanales, había concedido el primer premio a una U.T.E. denominada “El equipo cínico habitual” y que estaba integrada por todos los ministros económicos del Gobierno de España de los últimos ocho años. El escenario era un hervidero; junto a los galardonados subió a la palestra Luz Casal, quien para amenizar la espera, comenzó a entonar su canción “No me importa nada”. Mientras que algunos de los galardonados hacían los coros, el resto esperaba su turno para bailar con la prima de riesgo….
….Verá doctor: yo le dejé en la cocina pelando judías verdes. A mí me resultó extraño que añadiera ibuprofeno a la mayonesa, pero me dijo que era para aclararla. Al poco tiempo empezó a sonar en el radiocassete una cinta de Arévalo y acto seguido, comenzó el desfile por el pasillo: mientras mi marido iba cantando “a reír, a reír, con los chistes de Arévalo”, le seguían en fila india, una gallinita que tenemos en acogida y el perro tocando la bandurria. Así estuvieron cosa de media hora, hasta que acabó la cinta del casette… el resto ya lo conoce Vd.
- Ya, ya, pero dígame señora ¿su marido es policía?
- No, no, que va; es prejubilado de banca
- ¿Ha tomado setas? ¿lee Selecciones del Reader´s Digest? ¿practican Vds. sexo anal?
- Doctor, no me asuste ¿es grave?
- Grave, grave, no; pero podría ser contagioso; si en vez de Arévalo hubiese elegido a Glutamato Yé-yé, …pero bueno, tal vez sea un forúnculo, complicado con el inicio de un desprendimiento de psoriasis; es lo que se lleva ahora en otoño y como no hay cura con antibióticos, le dejo unas psicofonías de importación para escuchar con el desayuno, comida y cena.



sábado, 10 de noviembre de 2012

XXX

-¿Fue entonces cuando la mató? –pregunto el inspector.
-No, no, yo no la maté, yo la amaba –me defendí- fue la única mujer que amé. Y por favor déjeme seguir con mi relato.
-Continúe pues.
-Ella, había comprado calamares, vieiras y gambas para preparar Chow Mein pues íbamos a ver Visitor Q en el canal digital y yo me reí diciendo que la comida china no era adecuada para una película japonesa, su semblante palideció y se disculpó pero se animó cuando le dije que con los calamares podíamos hacer Ikameshi y que las vieras y las gambas las saltearíamos con salsa Miso. ¿Nos dará tiempo cielo mío? Me preguntó y yo asentí diciendo que deberíamos darnos prisa antes de que empiece la extraña película japonesa. Un instante antes de que comenzara la película nos arrodillamos ante la mesa tradicional japonesa y nos dispusimos a cenar. Ay cielo mío, no cocinas los calamares, los moldeas. Yo agradecí sus parabienes y nos pasábamos la comida con la boca. El gran director de cine Miike se sentiría orgulloso de tu salsa Miso cielo mío y me apretaba los testículos con fuerza mientras con su boca me daba a comer una viera. El dolor insoportable y el placer de su boca y la viera me preparaban para la eyaculación. Concentrado en la película evitaba el flujo y con ambas manos estrangulaba su delicado cuello mientras besaba su lengua, aflojé un poco la presión y alcanzo a gemir: sigue, sigue, aprieta más y más y ella retorcía mi escroto en un festín de sensaciones y placer.
-Eso explica los hematomas en el cuello –interrumpió el inspector.
-No interrumpa –grité y continué
- Ella siempre quería buscar el límite y apretaba mis testículos cada vez más toda vez que mi erección se intensificaba. Entonces cogió uno de los palillos y me pidió que se lo hincará contra la nuca mientras la estrangulaba. Mientras lo hacía recordé que el Viernes pasado mientras veíamos M (El Vampiro de Düsseldorf) cenando mejillones al estilo Renano y asado Sauerbraten me pidió lo mismo y después estuvo varios días melancólica. Le pregunté que le pasaba y me dijo que no le había apretado mucho con el palillo y que quizá ya no la quería. Así que hoy me dispuse a apretar más fuerte pero ella me quitó el palillo y lo puso perpendicular contra el suelo y tumbada de espaldas apoyo su nuca contra el palillo y me dijo que la penetrara. Así lo hice y sentía su dolor en la nuca con cada acometida entonces susurró que la estrangulara y cuando el palillo atravesó su nuca sentí su orgasmo y el mío y sus ojos abiertos me daban las gracias pues ya estaba muerta.
-Por eso inspector yo no la maté, fue un acto de amor.