viernes, 3 de enero de 2014

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(7)

Andoni dijo:
Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
Pasillos.
-Sígame- nos indico un celador vestido de gris cuando ya estuvimos afeitaditos de la cadera, limpios de metales, privados de nuestros amuletos de la buena suerte y como nuestra madre nos trajo al mundo, con menos sangre en el cuerpo, eso sí, pero con una batita azul, inabrochable por la parte trasera, que parecíamos un “mangui” en el corredor de la muerte de las pintas en que nos dejaron. Yo (el lado oscuro) no es que sea muy tiquis miquis a la hora de vestir, pero digo yo que un asesor de imagen hospitalaria tampoco costaría mucho y la presencia de los pacientes cambiaría una barbaridad; que ha habido casos de enfermos de larga estancia que se han pagado las vacaciones de toda la familia de las limosnas que han obtenido.

Nos despedimos de la Sª Neotenmeyer. –Hasta luego- le dije yo. –No me olvides- le dijo el Neo.
El celador nos fue conduciendo por infinidad de pasillos, que más que móvil yo creo que lo que llevaba en la mano derecha era un Gps. ¡Joder!, si en cada esquina que doblábamos temíamos encontrarnos con el Minotauro.

-¿Oiga, podríamos parar un momento?- Le pregunté. Es que descalzo y con el frío del pasillo me estoy meando. ¿No hay ningún baño por aquí cerca?
- A una operación se viene meao y cagao- me contestó.
- Y a trabajar se viene ya “follao” y sin ganas de joder- le solté, más quemao que Rajoy con Bárcenas. El tipo aquel no me cayó bien desde el principio, pero esas son otras historias.
Por fin llegamos a un largo pasillo con varias camas rodantes en la pared izquierda. –Siéntese- me dijo, señalando una de ellas y allí me dejo. Me senté en una de las camas y me dispuse a esperar.
Veinte minutos habían pasado y allí no aparecía nadie… y yo me estaba meando. Al final del pasillo una gran maceta contenía una de esas plantas que llaman tronco de Brasil. Me levanté, me dirigí hacia allí, ahuequé un poquito la bata y …
- ¿ Don Andoni Neo, por favor?- preguntó una voz.
–Sí, aquí- contesté soltando la batita azul como sin darle importancia.
Un celador, distinto al otro, y con unos papeles en la mano me indicó que me acercara.
–Sígame, por favor- me dijo.
-Perdone que le moleste, pero… ¿usted ha consumado esta noche?- le pregunté.
- ¡Y a usted qué coño le importa!

-Vamos Andoni, date por meao.

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(6)

Andoni dijo:

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
El pre-operatorio.
La puerta se cerró tras nosotros y dejamos de oír el murmullo de las mujeres rezando el Rosario. Mi madre lo rezaba pidiendo para que la mano de Dios guiara sabiamente las idem del cirujano; mi cuñada para que el anestesista acertara con la dosis adecuada; la pescadera para que el quirófano estuviera perfectamente aséptico y nuestra suegra… sí, creo que nuestra suegra pedía algo, pero mejor no saber el qué.
La bata rosa del culo potable nos acompañó hasta un pequeño habitáculo rodeado por cortinas verdes en el cual había una cama con ruedas. Había varias camas con sus respectivas cortinas. Lo llaman “boxes”. Como hacía calor y no habían dado probabilidad de lluvia les pedí que me pusieran ruedas blandas de seco; petición, que por cierto, fue ignorada por la enfermera jefe.
Al entrar en la celda monacal, que tal parecía dado el tamaño, la bata rosa nos indicó:
-Desnúdese completamente y póngase este pijama.
El “pijama” resultó ser una bata azul de tejido de sábana con dos mangas cortas y una sola abertura, de arriba abajo, con tres cintas para su posterior atadura. Vamos, como una camisa de fuerza, pero para pesos mosca.
La señora Neotenmeyer recogió la camisa hawaiana, el pantalón de mil rayas, los calzoncillos “bóxer” (caramba, qué coincidencia), los calcetines de rombos y las zapatillas de rejilla, y los guardó en una pequeña bolsa de deporte que traía para tal menester (tengo que reconocer que es una mujer muy precavida). Intentamos ponernos el pijama. Primera duda: ¿La apertura para atrás o para adelante? Nos la pusimos para adelante; para atrás era imposible atarse las cintas.
La bata rosa entró y al vernos de aquella manera nos corrigió:
-Se pone al revés- y volvió a salir.
Vestidos correctamente, pero sin abrochar, nos tumbamos en la cama rodante y al poco volvió a aparecer nuestra auxiliar favorita (ya casi era de la familia). Al ver el anillo de matrimonio en nuestra mano derecha nos indicó:
- Quítese todos los objetos metálicos- y volvió salir.
Le pusimos de mote “La culo, en acción precoz”, ya que no acababa de entrar cuando ya estaba saliendo. Nos quitamos el anillo, la cadena, el crucifijo… el cortauñas, el mechero… y la herradura de la buena suerte que llevábamos en el tobillo derecho. La señora Neotenmeyer los guardó en su bolso al lado del móvil, los pañuelos de papel, las aspirinas, el gelocatil, el pintauñas, el frasquito de colonia, las llaves, la lima de uñas, una plancha de viaje y unas bragas de repuesto (ya les he dicho que es una mujer precavida).
“La culo”, cariñosamente hablando, volvió a entrar, pero esta vez llevaba una filomati en la mano. Me levantó las faldas sin ningún pudor y… pegando un grito salió corriendo. Nos quedamos sorprendidos. Es cierto que estamos dotados estupendamente, pero creo que la reacción al ver nuestro más querido apéndice fue bastante exagerada.
Dos celadores, de gris (como la Policía Armada), entraron a los pocos instantes alertados por los gritos histéricos de nuestra bata rosa. Uno de ellos traía en sus manos un extintor y otro un bate de beísbol. Nosotros, asustados preguntamos:
-¿Qué ocurre?
- No se mueva- nos contestó el del bate de beisbol, mientras levantaba con la mano izquierda el pijama. -¡Pero, por Dios! ¡Cómo se le ocurre! Exclamo.
-Oiga, en algún sitio me tenía que colgar mi patita de conejo de la buena suerte -le respondí. Además, no es de metal, que la tengo atada con una cuerda.
Una vez aclarada la situación, y repuesta del susto, la batita rosa (ya es que le habíamos tomado cariño) nos afeitó desde la cadera hasta el muslo. Lo que es el centro centro, con lo que habitualmente pensamos, ni lo tocó. Segunda duda: ¿No lo hizo porque no era necesario o es que aún le duraba el pánico?

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(5)

Andoni dijo:

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
El ingreso.
Son las siete y media de la mañana y allí estábamos, puntuales, ante la ventanilla de admisión del hospital. Tras el cristal una bata rosa con cara de sueño y bostezo en los labios nos pregunta: -¿Qué desea?
-Un café -le responde el luminoso. –Y un croasan para mí -apunto yo.
-Oiga, ¿no me estará vacilando, no?
- Perdone, es que no le había entendido –le contesta el luminoso. Él es así. Yo, el oscuro, sin embargo le hubiera dicho: ¡Es que estoy en ayunas, coño!
- ¿Han traído el volante?
-No, hemos venido en metro. – Tengo que reconocer que a veces el Neo es gracioso.
-Oiga, por favor…
Le entregamos el volante del traumatólogo, le enseñamos la cartilla sanitaria y el deneí.
-¿Es usted Andoni Neo Luminoso Oscuro? – pregunta comprobando que la cara corresponde con la de la fotografía.
-No, yo soy un primo suyo. Es que tenía cosas que hacer y vengo en su representación. – le digo adelantándome al lado claro de la fuerza.
- Oiga, ¿no me estará vacilando, no?
- Perdone. Era una broma.
Comprueba en el ordenador, nos devuelve el volante y varios papeles más y nos indica: -Siga usted la raya azul del suelo hasta que le lleve a otro mostrador. Allí entregue estos papeles.
-Es que soy daltónico – le dice el luminoso. Y no sé cual es la raya azul.
- ¿Ha venido usted solo?
- No, me acompaña la Señora Neotenmeyer, mi suegra, mi madre, mi cuñada, la vecina del 2º C, la pescadera, una prima hermana de esta y una señora que no sé quién es. Ah, y las dos caderas, claro: la buena y la mala.
La bata rosa pone mala cara.
-Dígale a su mujer que le acompañe por la línea azul, por favor. Y por cierto… no creo que les dejen estar a tantos en la sala de espera.
Nuestra esposa nos indica la raya correcta y así, a modo de procesión del Borriquito de Semana Santa en Bilbao, nos encaminamos por la dichosa línea. Como íbamos pendientes de no perder el rumbo correcto, y andábamos ligeramente agachados, no vimos el mostrador hasta que no le pegamos un buen cabezazo.
-¡Tengan cuidado! –grita otra bata rosa tras el mostrador.
Digo yo, que si esto es un hospital y un paciente se acaba de meter un rijostio, lo primero que habrá que hacer es preocuparse del herido, no del puñetero mobiliario.
-Gracias, no ha sido nada.- Le aclara el Neo con esa sonrisa que tiene que hace desarmar al género femenino. Coño, no le hace ni caso y encima le da las gracias ¡Señor, que cruz de hombre!
- Esperen en la sala de espera. Solo dos personas por paciente.
- Verá, es que por mí corre sangre de reyes de la raza calé. –Le aclaro.
- Ah, bueno pues entonces que pasen todas.

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(4)

Andoni dijo:
Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
La cadera bien, gracias.
El luminoso tiene mal día.
Ya siente.