domingo, 15 de diciembre de 2013

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(3)

Andoni dijo:
Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
Faltan dos días. No me ha dirigido la palabra cuando me he levantado. Creo que está un poco susceptible dado el trato recibido en los dos últimos días, pero la suerte está echada: no hay misericordia.
A las nueve en punto de la mañana, con precisión sueca, que me gusta más que la suiza (aunque D. Penalty no sea de la misma opinión) estábamos los tres (el lado luminoso, la cadera y yo) en el Banco de Sangre. Media hora después se ha sentado a nuestro lado un jubileta con boina y cachaba.
- Oiga, ¿este es el Banco de Sangre? -le hemos preguntado. -No, este es el banco rojo del parque de Nª Señora de los Remedios Caseros -nos ha contestado. El Banco de Sangre está en el Hospital.
Hemos corrido (solo el luminoso y yo; la cadera ni por el forro de los suevos y los alanos) y a las diez menos diez hemos interrogado a un joven “inbarba” que transportaba varias cajas de medicinas con andar cansino.
-Veníamos a realizar un extracto -dijimos. – A mi que coño me cuenta- respondió.
Menos mal que no le pedimos un reintegro. Joder, un cajero automático en un Banco, aunque sea de Sangre, digo yo que para algo servirá ¿no?
Total, que nos han sacado dos tubos de sangre, como te sacan los cuartos cualquier banco que se precie, y no nos han dado ni el 0,5 TAE.
Mañana entraremos en capilla; aunque el luminoso, como es muy católico está en la capilla, en el claustro y hasta en la sacristía todos los días.
No se lo digan a nadie, pero, como decía José María García, creo que es absolutamente “mariquita” para el dolor.

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(2)

Andoni dijo:
Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
Quedan tres días. Hoy no ha dicho ni mú. Creo que está acojonada, aunque sea fémina. Hoy solo la hemos hecho subir encima de una caravana y tirar de un plástico de ocho metros por diez. El primer tipo que no me cayó bien desde nos ha echado una mano… y se ha fumado dos de nuestro puritos "Amigos". La Mari nos ha regalado tomates y pimientos verdes del valle de Arratia. Saben a tomate y pimiento, no digo más.
Nos han informado que la operación va a ser como un parto moderno: con epidural. Dos horas y media escuchando el sonido de la sierra, el manar de la sangre y los bostezos del anestesista. He pedido que me dejen llevar un libro o poner la radio; me han dicho que no hay tu tía.
Bueno, resignación cristiana (esta solo por parte del lado luminoso de la fuerza).

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.(1)

Andoni dijo:
Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
Faltan cuatro días. Hoy solo ha gritado treinta y tres veces. Es cierto que le tengo cariño, pero para cuatro telediarios que le quedan…
Además… ¿qué es un piso diecisiete sin ascensor para ella?
La otra tiene la misma edad, la misma alimentación; ha recibido igual trato y parecida calidad de vida. ¡Y no se ha quejado nunca!
Me tienen citado para siete y media de la mañana… en ayunas. Digo yo, que ya que les voy a dar algo, joder, por lo menos que no me hagan madrugar. ¿Y eso del ayuno? Coño, que no estamos en cuaresma. Un zumo por lo menos… o unos churros con chocolate.
He intentado cambiar la hora de ingreso, pero nada; y eso que les he propuesto venir con los huevos afeitados y entrar a las ocho. No hay tu tía. Parece ser que una enfermera me la cogerá (espero que lleve guantes… o mejor no) y con una filomatic, y con diestros movimientos hacia un lado y hacia otro, me depilará a la “brasileña”. Yo la llamo la “brasileña” por la samba que bailaba cuando era joven; ahora con los recortes, ni un chotis, oiga.
Seguiremos informando… mañana.

Querido Pedro J.

Penalty y Expulsión dijo:
Querido Pedro J.:
Confío en que al recibo de ésta te encuentres bien o declarando ante el Juez. Menudo bombo te estás dando ¿eh?
Aquí en la cárcel no se está como en Baqueira, pero es cierto que allí tampoco hay ahora nieve. Se han cabreado mucho mis abogados, y eso que eran de los más caros, y me han abandonado. ¡Qué sinsorgos! Y todo por mi afán de autoinculparme y pasar las pruebas a un periodista, como si fuese mi verdadero defensor.
Te agradezco mucho que mi manuscrito no lo entregases ipso facto al juez. Hay que medir los tiempos y, en esto, la diligencia en los actos no es determinante. Yo, como los catalanes, sé bien que la pela es la pela.
Mira, creo que me van a quitar casi todo, así que pienso morir matando. Ten cuidado conmigo, que ya escribiste que no me crees, pero a los papeles sí les diste crédito, cosa que no hacen ya los bancos con nadie. Mira a mi mujer, todo el día llorando y eso que aún no ha ingresado en el módulo de mujeres.
Bueno, te dejo, que tengo que ponerme el chandal y correr un poco con el patio, haga frío o calor.
Tuyo afectísimo,
Luis el Cabrón
(apócrifo)

“Impresión: sol naciente”

eltumbaollas dijo:
“Impresión: sol naciente” es un bello óleo sobre lienzo de Monet. El título dio nombre al movimiento plástico conocido como Impresionismo. A brocha gorda (qué mal traído) se trata de captar la luz, el instante, la impresión y quizá el asombro; por ello en El Impresionismo abundan las escenas de amaneceres y atardeceres, jardines y lunas en las aguas. Borges describía los instantes en la vida de las personas y decía: “yo digo asombro dónde otros dicen solamente costumbre”. Yo me asombro en este blog cuando leo a tantos brillantes remeros. Como leer: gazpacho de ortigas ya probado y en espera de probar croquetas de ortigas que nos regaló don Belosticalle, mi amigo a pesar de no tener nada en común.
Sucedió una bonita mañana hace unos días. Sentado en un banco de una tranquila calle del bilbaíno barrio de Deusto observaba los pájaros cuando reparé en lo que me pareció un cuadro colgado de la rama de un árbol; al instante lo tenía en mis manos. Se trataba de lo que parecía un óleo sobre tabla de una bonita estampa de unos niños bajo una parra. Con el marco un poco destartalado, en su parte trasera tenía pegada una media cuartilla ajada y amarilleada por el paso del tiempo. En ella se reseñaba al autor, título, fechas y más datos. El hecho de que tuviera la nota me hizo pensar que sería una reproducción y mi primera emoción de que fuera un gran hallazgo se disipó. Casualmente había quedado ese día para comer con mi amigo Javi Díez (hijo de Paco Ducale) que entre otros saberes cuenta con el de ser un gran amante del arte pictórico y por ende un gran conocedor. Se maravilló del cuadro pero sobretodo de la forma en la que me hice con él. Comimos en una taberna oscura (pagó él) y se lo llevó a su casa para estudiarlo con detenimiento y buena luz. Pronto sonó el teléfono y me informó de que no era una reproducción; se trata de una técnica que consiste en aplicar a una lámina unas leves pinceladas de una especie de cola transparente que al dar relieve asemeja una buena reproducción. Me dijo que era un buen trabajo y que el que lo hizo lo sabía hacer bien.
Es la obra titulada “Grape Arbor en Neuskastel” del pintor alemán Max Slevogt (1868-1932) y que ahora, una vez reparado y lucido el marco, cuelga en una pared de mi casa y cada día saludo a los niños y a su institutriz con un educado guten morgen.

En la cola de las rebajas.

jachuspa dijo:
Anoche, traumatizado por la derrota de España, salí de mi casa sin rumbo fijo: acabé en la cola para las rebajas de unos grandes almacenes que hay cerca de mi casa. Con buen criterio, saqué un número y contraté a un propio para que se quedara por mí en la fila, mientras yo iba a buscar inspiración para un libro de poesía que estoy escribiendo, a un puticlub que hay a la vuelta. Estaba de bote en bote y eso que era domingo. En el urinario me encontré con Nacho Vidal acompañado de un chico que le bajaba la cremallera para sacarle el pajarito. Ante mi asombro, me miró y dijo: “Chico, desde que pasé por la Audiencia Nacional, tengo un problema en el corazón y el cardiólogo me ha prohibido coger peso”. Es un puticlub de diseño y parece un parque temático. Anteriormente, era una local de Los Guerrilleros; ahora está dividido como Disneylandia.
Tomorrowland, anunciado como ese espacio de tiempo en el que no vivirás, nos presenta un espacio para voyeurs imaginativos en HD y de una sofisticación espectacular. Nunca había visto nada igual: una especie de diorama, donde aparecían las radiografías, totalmente desnudas, de amas de casa, jubilados con espondilitis anquilopoyética, ciervos durante la berrea, etc etc. Siguiendo por el pasillo se encontraba el tablón de anuncios donde se informaba que por problemas técnicos, el beso negro, durante un tiempo, quedaba reducido a un escarceo con Pepe Legrá y para que nada decayera, la rondalla de la Tuna recorría el meublé. No pude pasar de aquí y decidí marcharme: me equivoqué de puerta y entré en el gabinete de coprofilia. Allí, un hombre con voz rajada como un apache, decía a una fulana: “cágame en un ojo y llámame pirata de mierda”.
Salí a la calle, donde ya había amanecido, y volví a la cola. Tras la avalancha, conseguí entrar y me dirigí a las rebajas de libros. No vayan, no merece la pena. Por destacar algo, una biografía documentadísima de Pocoyó y las memorias de Artur Mas tituladas “Yo también fui un Navy Seal” que incluye una espectacular fotografía del autor haciendo fast rope con barretina.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao. (1)

Andoni dijo:
Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao vio la luz un veinte y ocho de Augustus de mil y cuatro y cientos y ochenta y cuatro del año de nuestro señor en Santo Toribio de Liebana (día de Santa Sofía de Bulgaria y Santa Viena de los panaderos de Austria). Aunque nacido dieciocho meses antes en Erustes, en el camino toledano que unía Cebolla con La Mata, vio la luz en aqueste lugar cantabrón debido a que a pesar de ser hijo de padre desconocido… desconocido en Sevilla; lugar que nunca pisó (su padre, claro), y cieguituerto de nacimiento (Bernadino, claro), debido a unas fiebres que padeció un bisabuelo, tuvo la divina coincidencia de encontrarse su conocida madre (esta sí muy conocida por aquellos lares o lupanares) en año de peregrinación jubilar (para jubileo de la señora y jubilo de sus clientes ya que hacía un dos por un uno, y a veces hasta un sesenta y nueve por ciento de descuento en sus quehaceres diarios y en sus joderes nochearios) el día que la “Lignus Crucis”, guardada en tan santo lugar, quiso hacer la gracia de devolver la vista a todos lo presentes en el templo. Como su madre estaba atareada con un labriego montañes, que estaba cocido tal como su gentilicio indica, y el zagal había sido dejado en a los pies de la reliquia para que no interfiriera, recayó sobre él el milagro y abrió los ojos ante el cirio pascual. Esa fue la primera luz que vio y que marcaría su devenir en las postreras hazañas que si Dios quiere y el tiempo lo permite seguiremos narrando en aqueste remanso de paz para sosiego, entretenimiento y solaz de tan magnánima chusma remera.

Historia de Bernadino Bragamonte y Calzónquitao. (2)

Andoni dijo:
Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao fue un niño deseado. Sus dos padres, un aguador de la calle Las Moscas en la imperial Toledo y un abanicador de funerales varios, desearon fervientemente el momento de su nacimiento por ver la forma y manera de librarse de aquel marrón que les había caído en gracia. Aunque los dos aguardaban la llegada del chaval, era Argamasindo Jurel Caballa, experto en transportar botijos calle arriba calle abajo, quién más ansias mostraba en salir de dudas acerca de su supuesta paternidad, ya que “Eh, tú”, el otro supuesto progenitor, deseaba comerse el marrón y al rubio y al moreno pues no había perdido los gustos culinarios de su Etiopía natal.
La madre, Casquivana Fernandes y Palafruguell, aragonesa y natural de Tarragona no sabía siquiera que llevaba en las entrañas a Bernadino; gases, pensaba ella que sería el abultamiento de su abdomen. Casquivana se dedicaba a la aliviación de miembros varoniles a maravedi el revolcón y ni por asomo pensó que aquel 25 de noviembre de mil y cuatro y cientos y setenta y nueve, uno de los dos interfectos que acudieron a pedir sus servicios depositaría en ella la semilla que daría lugar a uno de los más famosos personajes de la época.
La relación con Argamasindo fue consumada a las cinco de la tarde, hora de todas las corridas, en un descampado del camino de Cebolla. Argamasindo acudió necesitado a Casquivana ya que llevaba lo menos tres años sin catar hembra y tres meses sin probar cabra. Acordada la tarifa se dirigieron a una era cercana y tras unas zarzas el aguador se quitó el calzón. No se sabe a ciencia cierta el motivo, si por el frío pelón o porque una mala tarde de toros la tiene cualquiera, a Argamasindo se le vino abajo el botijo. Pensando en que tendría que devolver el maravedí, y como contaba con gran experiencia en estas lides y en peores plazas había toreado, Casquivana utilizó un método infalible. Aconsejó a Argamasindo que colocara a “el flaccido” sobre un tocón de encina que por allí vegetaba y le arreo un buen viaje con un canto rodao de casi 100 kilos; o sea una tonelada, que por allí paraba. El cuerpo de Argamasindo reaccionó sabiamente y envió sangre al órgano dañado en tal cantidad que aquello parecía una berenjena en todo su esplendor chorreando jugo de tomate. La consumación fue rápida pero de tal magnitud que cuando Casquivana procedió a limpiar sus partes pudendas creyó que le había bajado la regla. Argamasindo tardó seis meses en volver a izar bandera.
Con “Eh, tú” fue diferente, ya que la coyunda ocurrió en una oscura callejuela de La Mata y en una oscura noche sin luna. Casquivana nunca supo que “Eh, tú” era también oscuro como el sobaco de un grillo, pero nunca olvidó aquel servicio ya que lo que sintió que entraba por la puerta de la gloria de su madre más que un miembro parecía la banda de música de los arribes del Delta del Ebro.
Así que ahí los tenemos a los tres: un correbotijos y un abanicaviudas esperando ser padres y una calientacalzas esperando tirarse un pedo.

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao.(3)

Andoni dijo:
Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao.
Resultó que Casquivana Fernandes y Palafruguell no tenía gases. Corría la mañana de un 28 de Abril de mil y cuatro y cientos y ochenta y tres de nuestro señor, cuando la madre del que sería famoso personaje, estando ésta lavando unas tripas de cerdo en las aguas del arroyo de La Virgen, cercano al poblacho de Erustes, le entró tal apretón que tuvo que refugiarse tras unos álamos para evacuar lo que parecía ser una mala digestión de judías con chorizo. Las judías resultaron ser una rotura de aguas como Dios manda y el chorizo apareció peludo, blanco como la harina, ensangrentado y con los ojos abiertos, que más parecía un buho de lo que se fijaba. Casquivana se llevó el susto de su vida ya que pensó, al ver lo que tenía bajo sus nalgas y la tira que se introducía en su cuerpo que padecía de solitaria.
Tras unos matorrales cercanos se encontraban los dos dudosos padres de nuestro héroe. “Eh, tú” respiró aliviado al ver el color de la criatura; Argamasindo Jurel Caballa se cagó en sus muertos, tenía un hijo… un hijo de puta.
“Eh, tú” se alejó del lugar con la sonrisa en sus abultados labios cantando la melodía local, utilizada para dar gracias a los dioses de la sabana, con que su tribu celebraba la llegada de exploradores perdidos, ingrediente esencial en la típica dieta etíope.
Argamasindo se acercó Casquivana y al niño con lágrimas en los ojos. Cortó el cordón umbilical con una navaja con cachas de madera de castaño viudo; arma letal que le había mangao a un grumete de carabela que se había emborrachado en una taberna de mala muerte y peor vino en el puerto de Palos de Moguer, y fue tal la cogorza que despertó en un confesonario de la Catedral de Toledo; eso sí, con mucha resaca pero confesao.
Argamasindo recogió a Bernadino y lo depositó en los brazos de Casquivana cubriendo a los dos con una pelliza de lana de oveja modorra, cambiada a un payés catalán por dos huevos fritos en aceite y un trozo de pan de trigo negro. Miró a Casquivana mientras esta, dolorida y asustada, acercaba el niño a su pecho derecho.
Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao nació con los ojos abiertos, pero sus ojos estaban ciegos. Era tal la ceguera del zagal que en vez de engancharse a la ubre materna se dedicó a darle chuponazos a la navaja de castaño que Argamasindo, en un descuido, había dejado sobre el vientre de Casquivana. Menos mal que los lametones fueron dados por la parte de la empuñadura, si no, no habría llegado a pronunciar la frase por la que pasaría a la historia: “¿Y si le echamos cebolla?, y Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao hubiera sido uno más de los pobres, que junto con los ciegos, cojos, mancos y cornudos terminaron arrastrando sus miserias por las calles de la España de finales del siglo XV buscando una dádiva para poder llevarse algo a la boca (algunos tuvieron que llevarse a la boca cosas de lo más variopinto y de lo más empinado).
Casquivana pidió a Argamasindo que encendiera un fuego ya que sentía frío. Éste, hombre de buenos sentimientos y más hacia la madre de su hijo, recogió unas ramas de argoma que por allí crecían y gracias a un pedernal cambiado a un basquence de la noble Villa de Bilbao por dos chorizos de cabra y tres manzanas, encendió una buena hoguera cerca de la madre y el niño.
Casquivana, que había conseguido llevar la boca de Bernadino a su teta izquierda, preguntó a Argamasindo si podría darle algo de comer, y si pudiera ser algo caliente mejor. Éste, solicito, se acercó al arroyo de La Virgen con un puchero que siempre llevaba encima, cambiado a un cantaor de fados de Lisboa por una morcilla y cuarto y mitad de aceitunas cornicabra, lo llenó de agua y lo colocó sobre la hoguera. Añadió tres cebollas blancas que había cambiado a un gallego, vendedor de queso de tetilla de monja cisterciense por media fanega de cebada.
Cuando el agua comenzó a hervir y las cebollas comenzaron a ponerse tiernas Argamasindo retiró el puchero del fuego y se dispuso a llevarle a Casquivana aquella rica sopa de cebolla. Y estando en ello, dirigiéndose “pa” ella, tuvo la mala “follá” de resbalar con los restos de la placenta y le estampo al chavalillo en toda la cabeza un pucherazo de tomo y lomo, vertiendo el hirviente líquido y las cebollas sobre la pirulilla; motivo por el cual Bernadino siempre tuvo la picha floja y nunca le salieron pelos en los huevos.
Y así, de esta forma, por un accidente con una “pa ella”, Bernadino quedó marcado de por vida y no consiguió llegar nunca a ser un hombre, ni un político, ni un pensador; aunque consiguió otros logros que iremos narrando en las sucesivas entregas de su vida y fazañas.

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao. (4)

Andoni dijo:
Tras el parto, Argamasindo se apiadó de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao y de su puta madre y se los llevó a vivir con él a una pequeña gatera, utilizada a modo de hogar, en la calle de la Sillería, cercana a la Plaza de Zocodóver.

Bernadino tuvo que sufrir la ausencia diurna de su padre (aguador en la calle Las Moscas) y la casi nula presencia, tanto diurna como nocturna, de su madre (moscona en cualquier agua); la cual, en cuanto pudo le retiró el calostro materno para ofrecer este a mejores pagadores y chupadores, y le endilgó cuencos de leche fermentada de una burra estéril que era utilizada como aliviadero de feos y colicortos. Pero Bernardino no estuvo solo; fue arrullado por “cienes y cienes” de gatos que en aquel lugar paraban, meaban, maullaban y seguían; paraban, meaban, maullaban y seguían; paraban, meaban, maullaban y seguían… parando, meando y maullando. De dicho pasacalles gateril, gatense o gatuno, que lo mismo da el gatalicio, le quedaron a Bernadino ciertos problemas para la debida pronunciación de palabras como “Madrit”, “Catalunya”, e incluso frases completas como “El perro de San Roque no tiene borceguíes” o “Súbete las faldas que viene el Olegario con la maza”, sin que aún hoy se sepa el motivo de tal problema fonético.

Pared con pared se encontraba la fragua de Fraimundo Colgoelhábito, donde se forjaban sus famosas espadas, puñales y untadores de mantequilla; estos últimos muy apreciados por la nobleza toledana. Fraimundo había sido ferviente seguidor de la orden de los mendicantes armados, cuyo lema era “el moro et la mora, lo mejor es que es vayan fora”. Gracias a los actos cristiano-purificantes que a diario celebraban los mendicantes; consistentes estos en dar de martillazos en las palmas de las manos y en los pies (a modo de nuestro Señor en la cruz) a los seguidores de “Alá y su profeta” y usar un hierro candente “para marcar a todo moro en la frente”, Fraimundo cogió la experiencia suficiente en el uso de martillo, hierro y fuego y se convirtió en el mejor maestro espadero, puñalero y mantequillero de Toledo.

La fragua, sobre todo el calor que la misma desprendía, y que aquel año los toledanos se quitaron el sayo el 20 de Abril debido al viento africano que no dejó de soplar durante tres meses seguidos, marcó a Bernadino para el resto de su vida: era ponerse la temperatura en 20º y el gachó ya andaba medio tiritando de frío. Es cierto que el calor apretó de lo lindo aquel año: los perros levantaban el rabo para darse sombra; las ratas hacían cola en los trasquiladeros de ovejas churras, por si se equivocaba el pastor y les pasaba la tijera a ellas; las coyundas maritales fueron escasas, por no decir nulas, y las putas pedían limosna en las esquinas ya que no había quien quisiera pegarse un revolcón con aquella calor; el Tajo descendió tanto su nivel que las ranas ni croaban de lo seca que tenían la boca y lo poco que se meaba se evaporaba apenas a dos palmos. Sí, hay que reconocer que hizo calor aquel año, pero lo de Bernadino es de análisis. Y eso haremos.

martes, 3 de diciembre de 2013

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao (5)


La relación entre Argamasindo y Casquivana, padre y madre respectivamente de Bernadino, no estaba legalizada. En aquellos años finales del siglo XV no estaba bien visto entre los vecinos toledanos que dos personas de diferente sexo convivieran bajo el mismo techo, entre las mismas paredes, y una encima de otra en noches de apareamiento, sin haber pasado por el sacramento del matrimonio. Una cosa era el “Aquí te pillo, aquí te la hinco” pagando el maravedí correspondiente, y otra el “Te la hinco, sin pagar ni cinco”; fórmula a la que se acogía Argamasindo tras apiadarse de su “hijo de puta” Bernadino y de su puta madre Casquivana. Es cierto que el zagalillo tenía toda la pinta de ser fruto de las arremetidas que le pegó a la susodicha en el camino de Cebolla, pero una cosa era aprovechar la subida del muerto para descargar, que cargar con el muerto toda la vida. Y los vecinos ya comenzaban a hablar y murmurar. Sobre todo a hablar… y a murmurar.
Argamasindo no amaba a Casquivana y esta no lo podía ni ver; pero ante la disyuntiva de verse en la calle, con un chiquillo agarrado de las ubres, era mejor abrir las piernas todas las noches y cerrar la boca durante el día. Así que, aunque lo que se dice cariño no había, decidieron de mutuo acuerdo, y para evitar situaciones vecinales comprometidas, buscar un sacerdote que les uniera en una sola carne, aunque esta fuera escasa y llena de gusanos.
Argamasindo, en su oficio de aguador en la calle Las Moscas, había coincidido varias veces con un monje franciscano que por allí predicaba y al que en arrebatos de humildad cristiana, cada vez que se cruzaba con él, le lanzaba tres “lapazos” en la cara para mayor gloria de San Francisco, buen alivio flemático de Argamasindo y mejor refrigerio del fraile. De los salivazos pasaron al saludo con inclinación de cabeza y, como una cosa conlleva a otra, una mañana se dieron los buenos días. Él fue el elegido por Argamasindo para que realizara su unión marital con Casquivana. Éste, Fray Casto Urdiales de nombre monacal y natural de Torrelavega, aceptó encantado dicho ofrecimiento para mayor gloría de Dios, y aceptó también los diez maravedíes que Argamasindo le ofreció para mayor gloria de la escasa economía de la Ermita de La Virgen de La Bastida; lugar donde, más que residir, se confundía con el polvo del camino que llevaba a ella.
Hacía años que se había cambiado el hábito de celebrar el sacramento esponsal en la casa de los contrayentes y se había trasladado al exterior de una iglesia o lugar sagrado, así que se decidió que el lugar elegido fuera el pórtico de la ermita.
Los monjes franciscanos que residían en aquel pequeño templo de la carretera de Argés recibieron con alegría la noticia y, para mayor gloria de La Bastida y de la Virgen, se presentaron en la fecha indicada y a la hora acordada con todos sus franciscanos hábitos recién pasados por el suelo de los chiqueros adyacentes. Fray Almunia de doña Godina, natural de Calahorra, dechado de virtud, caridad, fe y esperanza mantuvo el suyo en adobo durante tres días en la letrina principal (la letrina secundaria era el pinar); acto de tal humildad por el que fue ascendido a los altares tras el Concilio de Trento en el siglo XVI.
Un 9 de Noviembre de mil y cuatro y cientos y ochenta de nuestro señor se encontraron ante la Ermita de La Virgen de La Bastida: Argamasindo, Casquivana, los monjes franciscanos con sus hábitos rebozados en caldo de cerdo, Fray Almunia de doña Godina con su adobo natural humano y como oficiante del acto Fray Casto Urdiales; personajes tales que no se podía negar que allí se paladeaba olor a Santidad en cantidades apocalípticas.
Fray Casto, que en este acto sacramental era novato, por no decir novicio, y no tenía muy claro los pasos a seguir imploró al Espíritu Santo. Este (El Espíritu Santo) acudió raudo a la llamada, a pesar de ser el Paralítico, e insufló sus siete dones sobre Urdiales. El de Torrelavega vio los cielos abiertos y a los ángeles descendiendo por la escalera de Jacob y supo, en un pestañear de ojos, el rito a seguir.
Os voy a hacer dos preguntas –dijo el fraile a los contrayentes-.
-¿Queréis cambiar de estado?

-En caso afirmativo ¿Queréis que ese estado sea independiente del que habéis tenido hasta ahora?
Argamasindo y Casquivana, aturullados por el momento sublime, acojonados por el que dirán, y no teniendo ni repajolera idea de lo que decidían, dijeron que sí a ambas cuestiones.
Fray Casto Urdiales, que sí sabia que la formula de unión matrimonial había cambiado, los casó con el : Yo os uno en el nombre de Dios.
De aquesta manera tan plural, por no decir singular, se formalizó el matrimonio de los progenitores de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao.

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao (VI)

Andoni dijo:

Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao fue liberado de la hoguera gracias a las súplicas que su padre Argamasindo realizó a los contactos que, por aquel entonces, tenía con el clero toledano. Dios, en su gran misericordia, actuó en la persona del Arzobispo Alfonso Carrillo de Acuña para librar del fuego reparador de la Santa Inquisición las inocentes carnes del que llegaría a ser afamado personaje de finales del siglo XV y principios del XVI.
La condición para que Bernadino no pasara por el asado que le tenía preparado Fray Tomás, natural de Torquemada, fue que recibiera inmediatamente el sacramento del bautismo. Los sacramentos en aquella época eran tenidos como de poca efectividad. Un claro ejemplo era el del matrimonio. Aquello más que una bendición divina era una maldición diabólica, bueno, en aquella época y en cualquier época. La Iglesia deseaba mostrar a la feligresía una muestra fidedigna de tal poder sacramental y el caso de Bernadino sería una prueba irrefutable: entraría en las aguas bautismales un hideputa y saldría glorioso un hidedios.
Todas las iglesias, templos, conventos y monasterios de Toledo pregonaron durante semanas tan sacro acontecimiento. No hubo ni uno solo de los habitantes de la ciudad que no se diera por enterado. Hasta Fernandico el Sordo, pelador de guedejas, barbas y bigotes en la calle del Esquilao supo del acontecimiento. Suspiros de Galisteo, una extremeña dedicada al noble arte de esquejar pepitas de sandía en matas de calabacín, se lo contó por señas una tarde que había acudido a quitarse unos pelos del sobaco que se le habían trenzado con los del pubis, y que le eran realmente molestos debido a los tirones que sufría al levantar los brazos.
El lugar elegido fue la mismísima Catedral de Toledo y el oficiante no podía ser otro que el mismísimo Arzobispo Alfonso. Así que mismamente, un treinta y uno de Diciembre de mil y cuatrocientos y ochenta, festividad de San Silvestre, a las once y media de la noche el mismo Argamasindo, padre de nuestro héroe, y la misma Casquivana, su madre, con las mismas, se presentaron ante la puerta de la Catedral con el mismo Bernadino.
Se había elegido tal fecha debido al asilvestramiento de los padres. Y tal hora para hacerla coincidir con el fin de un año y el comienzo de otro como símbolo de la muerte del hombre viejo, personificado en Adán, y el resurgir del hombre nuevo en la figura de Nuestro Señor Jesucristo.
La puerta se abrió para recibir a aquella familia. El interior era oscuro como boca de lobo y cojones de grillo. Una voz, surgida del interior de aquella negrura les avisó:
-Cuidado con el escalón.
Argamasindo, hombre precavido, tanteó con el pie derecho la oscuridad y una vez encontrada la dura piedra del suelo dio un paso adelante adentrándose en el templo. Casquivana, alocada ella y siempre echada “palante”, ni tanteó, ni miró, ni tuvo cuidado y pegó tal tropezón que se le escapó el zagal que llevaba en brazos.
El sonido de un pedernal, una chispa, y un pábilo apareció al fondo de la nave. La mecha se movió hacia arriba y se hizo más intensa al prender el gran cirio pascual. Pequeñas velas se acercaron al cirio y poco a poco se iluminó la Catedral. Estaba abarrotado. Nadie se había querido perder el bautizo de Bernadino. Allí estaba el Arzobispo, veinticuatro sacerdotes, trece deanes, ochenta y siete frailes menores, setenta y cinco frailes mayores (de ochenta años para arriba), seis monaguillos y cuarenta y siete monjas en representación del clero ocupaban el altar. La nobleza en pleno, alguaciles, soldados y funcionarios reales en los primeros bancos. Tras ellos los comerciantes y mercaderes. El pueblo llano se arrejuntaba en los bancos traseros; Fernandico el Sordo aguzaba el oído y Suspiros de Galisteo, liberada de sus trenzas sobacopúbicas, elevaba los brazos al cielo en pleno paroxismo religioso.
Argamasindo con los ojos abiertos contemplaba la escena. Casquivana disimulaba. ¿Y Bernadino? ¿Dónde coño se había metido Bernadino?

Historia de Bernardino de Bragamonte y Calzónquitao.(VII)

Andoni dijo:

Argamasindo con los ojos abiertos contemplaba la escena. Casquivana disimulaba. ¿Y Bernardino? ¿Dónde coño se había metido Bernardino?
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El Arzobispo Alfonso Carrillo de Acuña, oficiante del acto, levantó los ojos para observar la entrada del templo. Con aquella voz recia que Dios le había dado ordenó acallar los murmullos que se habían levantado tras la desastrosa entrada de Argamasindo y Casquivana. Alfonso, aunque de aspecto serio y cara de no haber defecado en varias semanas, era en el fondo un hombre dulce en su interior. El problema era las formas que tenía a la hora de expresar esa dulzura. El Arzobispo siempre intentaba mostrar cariño y afabilidad a todas las gentes, pero no había manera de que tanto su gesto, como sus palabras, consiguieran el efecto deseado. Quiso calmar a la asamblea presente en aquel acto sacramental con palabras dulces y se acordó de la sencillez y la paz que se obtienen al contemplar una rosa; por eso no dudó en proclamar:
-¿Os vais a callar, capullos?
Se produjo un silencio semejante al surgido cuando se escucha una ventosidad en un velatorio y todos las miradas se vuelven al finado; vamos, que se hizo un silencio sepulcral. El arzobispo volvió ha hablar: -Que se acerque el bautizando. Pedro María de Cestona, natural de Aranda de Duero, obispo auxiliar, se acercó a Alfonso y le susurro unas palabras al oído, haciendo el máximo dirigente de la iglesia toledana un gesto confuso que no se ha sabido hasta estos días si quería expresar ”Eso ya lo sé” o “Joder, como te canta la boca”.
-Sí, capullo, ya sé que el bautizando solo tiene 5 meses y no se puede acercar solo. ¡Que acerquen los padres al bautizando!
Argamasindo le hizo un gesto a Casquivana para que se acercara y así poder acceder juntos hacia la pila bautismal. Esta le decía por señas que no sabía donde estaba Bernardino. Argamasindo no la entendía y le instaba a que se moviera hacia él. Ella levantaba los brazos y negaba con la cabeza.
–Que vengas -le susurraba.
–Que he perdido al niño -decía ella.
-¡Joder! -blasfemaba él.
-¿Aquí? –preguntaba ella.
Y en esas estaban cuando se formó un pequeño tumulto a la izquierda de La Catedral; justamente al lado de la Capilla dedicada a San Sadurní de Noya, elevado a los altares por llevar el Evangelio a los gerundenses esparcidos por el monte Balandrau, en la sierra del Catllar; gente tosca, reacia al dialogo y en general bastante catllados. En dicha capilla se había instalado aquel año un belén con figuras realizadas en madera de pino a escala natural, San José, la Virgen, el Niño, el buey, la mula, los tres Reyes Magos, el Ángel y tres ovejas merinas. Mortadela Campofrío, esposa del principal jamonero de la plaza de Zocodóver había visto un movimiento repentino y clamaba a voz en grito: -¡Milagro! ¡Milagro! ¡El Niño Jesús se ha movido!-.
Gritos, carreras, codazos y empujones se dieron inmediatamente por ver aquel hecho sobrenatural. Varios de los allí presentes, incrédulos, mandaban callar. Otros, crédulos mandaban callar a los incrédulos que mandaban callar. Y otros, más incrédulos todavía, mandaban callar a los crédulos que mandaban callar a los incrédulos que mandaban callar. Allí no se callaba ni dios.
Alonso tomo cartas en el asunto y clamó -¡Me voy a acordar de las madres que os parieron a todos! – en clara muestra de cariño a todas las progenitoras de los allí presentes. Abandonó el altar y con paso firme se dirigió al lateral de la Iglesia. Se hizo un pasillo humano a su paso. Se abrió un claro ante el “nacimiento” permitiendo la llegada del Arzobispo, y el silencio volvió a cubrir el lugar. Argamasindo y Casquivana observaban la escena desde la entrada sin apenas moverse. El Arzobispo se acercó al pesebre y observó al niño. Estaba sucio, cagado hasta los empeines y chupaba el rabo de la burra. A su mente llegaron las profecías de Isaías y Zacarías:
“Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar.
Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta.”
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”
- Coño –dijo con dulzura hacia el órgano genital de la mujer por donde vienen los hombres al mundo -si es clavao. Y tomándolo en brazos, se dio la vuelta y lo elevó hacia la expectante asamblea en señal de divinidad. Todos se postraron de rodillas y elevaban acciones de gracias y bendiciones al Creador. En el exterior, una nube dejó de cubrir la luna y la luz de esta penetro por una de las vidrieras para posarse sobre aquel niño.
– Contemplad al Salvador- clamó extasiado el arzobispo.
–¡Aleluya!- alababa el pueblo.
–¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Bernardino!!!!!!! – gritó Argamasindo.

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao (VIII)


Andoni dijo:
Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao.
Los primeros años de vida de Bernardino, aunque él no muy consciente de ello, fueron duros y sobre todo oscuros, muy oscuros. No solo resultaron ser de aquesta manera debido a la precaria situación económica de Argamasindo y Casquivana (sus progenitores), sino a que el chaval, que no es que tuviera pocas luces, a su condición de hideputa sumaba una ceguera de nacimiento; lo que conllevaba ciertos problemas de movilidad (y sobre todo de visibilidad) por las calles de aquel Toledo de finales del siglo XV.

Bernadino era ciego e hideputa, pero pronto demostró que había salido del útero materno “espabilao” a más no poder. A los ocho meses dio su primer paso, y viendo (es un decir) el ostión que se metió en la frente con una mesa camilla (utilizada por la familia para menesteres tales como apoyadero de trastos varios; mesa de comer, cuando se podía; y hasta tálamo puteril en los días que eran contratados los servicios desfogadores de Casquivana por el patriarca de una familia gitana de enanos saltimbanquis) no volvió a dar el segundo hasta los dos años y medio.
Pero aconteció que una vez dado este siguiente paso, Bernadino se la volvió a pegar. Esta vez no fue la mesa camilla (o sí), sino que se dio un buen viaje contra un arado romano perteneciente a Antonino de Palamós, natural de Babia. Antonino cumplía en aquellos momentos, con gran ímpetu, por cierto, con el aprovechamiento acordado con Casquivana de a un maravedí el rato y había dejado el arado que utilizaba de roturador de campos a tiempo parcial, apoyado en la parte trasera de la casa (por llamarle casa a la gatera donde vivían).
Bernadino, solo como siempre, había salido en busca de aventuras y de algo que llevarse a la boca, ya que pasaba más hambre que Nuestro Señor en el desierto. Como la única compaña que tenía eran los felinos callejeros de las calles de Toledo que acudían todas las mañanas a la gatera, creyéndose un gato, se arrastró a cuatro patas, oído atento y olfato afilado hacia el exterior. Sus patas delanteras descubrieron el arado, el oído le indicó que no se hallaba nadie presente y el olfato localizó aromas a remolacha; así que se tiro un buen “cuesco”.
Quiera el destino, la suerte o quién sabe qué, Bernadino apoyó lo que creía sus cuartos delanteros (o sea, sus manos) sobre el arado. Aferró el timón con fuerza, y realizando un pequeño esfuerzo se elevó. El chaval, en perfecto equilibrio, creyó que estaba bien posado sobre el suelo y dio un paso con la pata derecha. No pasó nada. Avanzó la izquierda y se dio contra el dental (la reja) perdiendo el equilibrio. Cayó otra vez hacia el suelo, con tan mala suerte que su frente chocó contra las belortas metálicas que sujetan el arado al timón saliendo trastabillado un par de metros.
Quiera el destino, la suerte o quién sabe qué, fue a parar a escasos centímetros de las ancas traseras de Torcuato, la acémila que utilizaba Antonino de Palamós, natural de Babia, en sus labriegos menesteres. Bernadino no gritó, no había dicho en su vida palabra alguna: los gatos no hablan, dicen miau.
Y esa fue la perdición de Bernadino. En cuanto su cuerpo rebotó contra la dura piedra, soltó tal maullido que despertó a medio vecindario, cuarto y mitad de vecindario del barrio vecino y, lo que es peor, asustó al mulo que, en viéndose atacado por una jauría de tigres de Bengala, lanzó una coz paralela hacia atrás. La hostia fue de órdago y señor mío. Bernadino recibió el impacto en todo el pecho y fue lanzado directamente al interior de la vivienda, yendo a parar encima de la mesa camilla. En aquellos precisos momentos Antonino embadurnaba de harina a Casquivana y como se le salía un huevo por la parte derecha del calzón, más que retozar, parecía que estaban rebozando. A Antonino se le bajó todo de golpe, hasta la levadura. Casquivana pegó un grito y Bernadino dijo su primera frase.
Bernardino era ciego, pero no era sordo. Noche tras noche había escuchado, en boca de su madre Casquivana, el constante reproche que esta realizaba a su marido Argamasindo cuando este regresaba, en deplorables condiciones, de su diario trabajo. Argamasindo era aguador en la calle de Las Moscas. Recorría arriba y abajo dicha calle con sus dos botijos, que ofrecía a los sedientos paseantes a un ochavo el trago del botijo derecho y dos del izquierdo: el derecho contenía agua, el otro un vinazo malo. Como el agua limpia era más preciada que el mal vino en aquella época, Argamasindo solía vender pronto el contenido del botijo derecho y se trasegaba él solo el izquierdo. Resultado: llegaba todas las noches con una borrachera de espanto y “meao” de arriba abajo.
Casquivana, en cuanto lo veía aparecer pegando tumbos de esquina a esquina y con menos equilibrio que un sordo en un tendedero, siempre soltaba la misma cantinela: Ahí viene… No tienes remedio… Siempre que te mamas te empapas.
Y parte de esta cantinela fueron las primeras palabras que Bernadino pronunció: Te mamas y te empapas.
Se hizo famosa en el barrio y comenzó a utilizarse como coletilla, sobre todo en los tugurios, burdeles, tascas, carnecerias y tabernas de los alrededores. Del barrio pasó al resto de la ciudad, y de la ciudad se extendió por todo el Reino. Años más tarde, el mismo Bernadino la llevaría, enrolado en la Pinta, hacia el Nuevo Mundo; por lo menos así aparece en su curriculum.

Con el paso de los siglos ha llegado a tal extremo su popularidad que hasta un grupo Folk de California se denominó así: The mamas & t´empapas.