martes, 3 de diciembre de 2013

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao (VI)

Andoni dijo:

Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao fue liberado de la hoguera gracias a las súplicas que su padre Argamasindo realizó a los contactos que, por aquel entonces, tenía con el clero toledano. Dios, en su gran misericordia, actuó en la persona del Arzobispo Alfonso Carrillo de Acuña para librar del fuego reparador de la Santa Inquisición las inocentes carnes del que llegaría a ser afamado personaje de finales del siglo XV y principios del XVI.
La condición para que Bernadino no pasara por el asado que le tenía preparado Fray Tomás, natural de Torquemada, fue que recibiera inmediatamente el sacramento del bautismo. Los sacramentos en aquella época eran tenidos como de poca efectividad. Un claro ejemplo era el del matrimonio. Aquello más que una bendición divina era una maldición diabólica, bueno, en aquella época y en cualquier época. La Iglesia deseaba mostrar a la feligresía una muestra fidedigna de tal poder sacramental y el caso de Bernadino sería una prueba irrefutable: entraría en las aguas bautismales un hideputa y saldría glorioso un hidedios.
Todas las iglesias, templos, conventos y monasterios de Toledo pregonaron durante semanas tan sacro acontecimiento. No hubo ni uno solo de los habitantes de la ciudad que no se diera por enterado. Hasta Fernandico el Sordo, pelador de guedejas, barbas y bigotes en la calle del Esquilao supo del acontecimiento. Suspiros de Galisteo, una extremeña dedicada al noble arte de esquejar pepitas de sandía en matas de calabacín, se lo contó por señas una tarde que había acudido a quitarse unos pelos del sobaco que se le habían trenzado con los del pubis, y que le eran realmente molestos debido a los tirones que sufría al levantar los brazos.
El lugar elegido fue la mismísima Catedral de Toledo y el oficiante no podía ser otro que el mismísimo Arzobispo Alfonso. Así que mismamente, un treinta y uno de Diciembre de mil y cuatrocientos y ochenta, festividad de San Silvestre, a las once y media de la noche el mismo Argamasindo, padre de nuestro héroe, y la misma Casquivana, su madre, con las mismas, se presentaron ante la puerta de la Catedral con el mismo Bernadino.
Se había elegido tal fecha debido al asilvestramiento de los padres. Y tal hora para hacerla coincidir con el fin de un año y el comienzo de otro como símbolo de la muerte del hombre viejo, personificado en Adán, y el resurgir del hombre nuevo en la figura de Nuestro Señor Jesucristo.
La puerta se abrió para recibir a aquella familia. El interior era oscuro como boca de lobo y cojones de grillo. Una voz, surgida del interior de aquella negrura les avisó:
-Cuidado con el escalón.
Argamasindo, hombre precavido, tanteó con el pie derecho la oscuridad y una vez encontrada la dura piedra del suelo dio un paso adelante adentrándose en el templo. Casquivana, alocada ella y siempre echada “palante”, ni tanteó, ni miró, ni tuvo cuidado y pegó tal tropezón que se le escapó el zagal que llevaba en brazos.
El sonido de un pedernal, una chispa, y un pábilo apareció al fondo de la nave. La mecha se movió hacia arriba y se hizo más intensa al prender el gran cirio pascual. Pequeñas velas se acercaron al cirio y poco a poco se iluminó la Catedral. Estaba abarrotado. Nadie se había querido perder el bautizo de Bernadino. Allí estaba el Arzobispo, veinticuatro sacerdotes, trece deanes, ochenta y siete frailes menores, setenta y cinco frailes mayores (de ochenta años para arriba), seis monaguillos y cuarenta y siete monjas en representación del clero ocupaban el altar. La nobleza en pleno, alguaciles, soldados y funcionarios reales en los primeros bancos. Tras ellos los comerciantes y mercaderes. El pueblo llano se arrejuntaba en los bancos traseros; Fernandico el Sordo aguzaba el oído y Suspiros de Galisteo, liberada de sus trenzas sobacopúbicas, elevaba los brazos al cielo en pleno paroxismo religioso.
Argamasindo con los ojos abiertos contemplaba la escena. Casquivana disimulaba. ¿Y Bernadino? ¿Dónde coño se había metido Bernadino?

No hay comentarios:

Publicar un comentario