miércoles, 4 de diciembre de 2013

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao.(3)

Andoni dijo:
Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao.
Resultó que Casquivana Fernandes y Palafruguell no tenía gases. Corría la mañana de un 28 de Abril de mil y cuatro y cientos y ochenta y tres de nuestro señor, cuando la madre del que sería famoso personaje, estando ésta lavando unas tripas de cerdo en las aguas del arroyo de La Virgen, cercano al poblacho de Erustes, le entró tal apretón que tuvo que refugiarse tras unos álamos para evacuar lo que parecía ser una mala digestión de judías con chorizo. Las judías resultaron ser una rotura de aguas como Dios manda y el chorizo apareció peludo, blanco como la harina, ensangrentado y con los ojos abiertos, que más parecía un buho de lo que se fijaba. Casquivana se llevó el susto de su vida ya que pensó, al ver lo que tenía bajo sus nalgas y la tira que se introducía en su cuerpo que padecía de solitaria.
Tras unos matorrales cercanos se encontraban los dos dudosos padres de nuestro héroe. “Eh, tú” respiró aliviado al ver el color de la criatura; Argamasindo Jurel Caballa se cagó en sus muertos, tenía un hijo… un hijo de puta.
“Eh, tú” se alejó del lugar con la sonrisa en sus abultados labios cantando la melodía local, utilizada para dar gracias a los dioses de la sabana, con que su tribu celebraba la llegada de exploradores perdidos, ingrediente esencial en la típica dieta etíope.
Argamasindo se acercó Casquivana y al niño con lágrimas en los ojos. Cortó el cordón umbilical con una navaja con cachas de madera de castaño viudo; arma letal que le había mangao a un grumete de carabela que se había emborrachado en una taberna de mala muerte y peor vino en el puerto de Palos de Moguer, y fue tal la cogorza que despertó en un confesonario de la Catedral de Toledo; eso sí, con mucha resaca pero confesao.
Argamasindo recogió a Bernadino y lo depositó en los brazos de Casquivana cubriendo a los dos con una pelliza de lana de oveja modorra, cambiada a un payés catalán por dos huevos fritos en aceite y un trozo de pan de trigo negro. Miró a Casquivana mientras esta, dolorida y asustada, acercaba el niño a su pecho derecho.
Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao nació con los ojos abiertos, pero sus ojos estaban ciegos. Era tal la ceguera del zagal que en vez de engancharse a la ubre materna se dedicó a darle chuponazos a la navaja de castaño que Argamasindo, en un descuido, había dejado sobre el vientre de Casquivana. Menos mal que los lametones fueron dados por la parte de la empuñadura, si no, no habría llegado a pronunciar la frase por la que pasaría a la historia: “¿Y si le echamos cebolla?, y Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao hubiera sido uno más de los pobres, que junto con los ciegos, cojos, mancos y cornudos terminaron arrastrando sus miserias por las calles de la España de finales del siglo XV buscando una dádiva para poder llevarse algo a la boca (algunos tuvieron que llevarse a la boca cosas de lo más variopinto y de lo más empinado).
Casquivana pidió a Argamasindo que encendiera un fuego ya que sentía frío. Éste, hombre de buenos sentimientos y más hacia la madre de su hijo, recogió unas ramas de argoma que por allí crecían y gracias a un pedernal cambiado a un basquence de la noble Villa de Bilbao por dos chorizos de cabra y tres manzanas, encendió una buena hoguera cerca de la madre y el niño.
Casquivana, que había conseguido llevar la boca de Bernadino a su teta izquierda, preguntó a Argamasindo si podría darle algo de comer, y si pudiera ser algo caliente mejor. Éste, solicito, se acercó al arroyo de La Virgen con un puchero que siempre llevaba encima, cambiado a un cantaor de fados de Lisboa por una morcilla y cuarto y mitad de aceitunas cornicabra, lo llenó de agua y lo colocó sobre la hoguera. Añadió tres cebollas blancas que había cambiado a un gallego, vendedor de queso de tetilla de monja cisterciense por media fanega de cebada.
Cuando el agua comenzó a hervir y las cebollas comenzaron a ponerse tiernas Argamasindo retiró el puchero del fuego y se dispuso a llevarle a Casquivana aquella rica sopa de cebolla. Y estando en ello, dirigiéndose “pa” ella, tuvo la mala “follá” de resbalar con los restos de la placenta y le estampo al chavalillo en toda la cabeza un pucherazo de tomo y lomo, vertiendo el hirviente líquido y las cebollas sobre la pirulilla; motivo por el cual Bernadino siempre tuvo la picha floja y nunca le salieron pelos en los huevos.
Y así, de esta forma, por un accidente con una “pa ella”, Bernadino quedó marcado de por vida y no consiguió llegar nunca a ser un hombre, ni un político, ni un pensador; aunque consiguió otros logros que iremos narrando en las sucesivas entregas de su vida y fazañas.

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