miércoles, 4 de diciembre de 2013

Historia de Bernadino Bragamonte y Calzónquitao. (2)

Andoni dijo:
Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao fue un niño deseado. Sus dos padres, un aguador de la calle Las Moscas en la imperial Toledo y un abanicador de funerales varios, desearon fervientemente el momento de su nacimiento por ver la forma y manera de librarse de aquel marrón que les había caído en gracia. Aunque los dos aguardaban la llegada del chaval, era Argamasindo Jurel Caballa, experto en transportar botijos calle arriba calle abajo, quién más ansias mostraba en salir de dudas acerca de su supuesta paternidad, ya que “Eh, tú”, el otro supuesto progenitor, deseaba comerse el marrón y al rubio y al moreno pues no había perdido los gustos culinarios de su Etiopía natal.
La madre, Casquivana Fernandes y Palafruguell, aragonesa y natural de Tarragona no sabía siquiera que llevaba en las entrañas a Bernadino; gases, pensaba ella que sería el abultamiento de su abdomen. Casquivana se dedicaba a la aliviación de miembros varoniles a maravedi el revolcón y ni por asomo pensó que aquel 25 de noviembre de mil y cuatro y cientos y setenta y nueve, uno de los dos interfectos que acudieron a pedir sus servicios depositaría en ella la semilla que daría lugar a uno de los más famosos personajes de la época.
La relación con Argamasindo fue consumada a las cinco de la tarde, hora de todas las corridas, en un descampado del camino de Cebolla. Argamasindo acudió necesitado a Casquivana ya que llevaba lo menos tres años sin catar hembra y tres meses sin probar cabra. Acordada la tarifa se dirigieron a una era cercana y tras unas zarzas el aguador se quitó el calzón. No se sabe a ciencia cierta el motivo, si por el frío pelón o porque una mala tarde de toros la tiene cualquiera, a Argamasindo se le vino abajo el botijo. Pensando en que tendría que devolver el maravedí, y como contaba con gran experiencia en estas lides y en peores plazas había toreado, Casquivana utilizó un método infalible. Aconsejó a Argamasindo que colocara a “el flaccido” sobre un tocón de encina que por allí vegetaba y le arreo un buen viaje con un canto rodao de casi 100 kilos; o sea una tonelada, que por allí paraba. El cuerpo de Argamasindo reaccionó sabiamente y envió sangre al órgano dañado en tal cantidad que aquello parecía una berenjena en todo su esplendor chorreando jugo de tomate. La consumación fue rápida pero de tal magnitud que cuando Casquivana procedió a limpiar sus partes pudendas creyó que le había bajado la regla. Argamasindo tardó seis meses en volver a izar bandera.
Con “Eh, tú” fue diferente, ya que la coyunda ocurrió en una oscura callejuela de La Mata y en una oscura noche sin luna. Casquivana nunca supo que “Eh, tú” era también oscuro como el sobaco de un grillo, pero nunca olvidó aquel servicio ya que lo que sintió que entraba por la puerta de la gloria de su madre más que un miembro parecía la banda de música de los arribes del Delta del Ebro.
Así que ahí los tenemos a los tres: un correbotijos y un abanicaviudas esperando ser padres y una calientacalzas esperando tirarse un pedo.

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