martes, 29 de mayo de 2012

Yo no estuve allí.


eltumbaollas dijo:
Buenos días
Acerté cuando decidí no ir a Madrid. No por si me insultaran por las calles pues nadie sabría que soy vasco a pesar de que pensaba ir con camiseta, bufanda y boina del Athletic. No, es más bien por que habría hecho el ridículo en el festín posterior al acto. Para empezar el portero no me habría dejado entrar y me habría echado con la escoba y alguien tendría que venir para decir al portero que me dejara pasar que sorprendentemente estaba invitado. Ya en la vivienda haría de las mías, me habría pimplao con los gintonics santiagueros y eso que ya llegaba perfumao de orujo, habría tirao los tejos a toda dama presente, quemaría los sofales con mis constantes cigarrillos, acapararía las mejores viandas y hablaría con la boca llena para decir impertinencias. Don Belosti habría tenido que llamarme al orden y como acojona mucho habría estado modoso un rato, solo un rato. Lo peor hubiera venido al final cuando un tal Felipe me habría hecho devolver un par de ceniceros de plata que oculté bajo la boina. Los canapieses que llevaría arrebujados en la bufanda no haría devolverlos por pochos.
Hay quien sintió envidia del festín, yo alivio por no haber ido.


lunes, 28 de mayo de 2012

El comedero de maquetos.


eltumbaollas dijo:
Buenos días
en la soleada Vizcaya da gusto estar a pesar del paisanaje entre los que me incluyo. Llamar a las cosas por su nombre es algo que ayuda a la comprensión del lenguaje.
Si no recuerdo mal (oxímoron) el IBI era llamado: “la contribución”. De natural ignorante y después supino ignorante gusto de creer, ciscándome en el derecho y en la etimología, que la exención al tal impuesto se debía a que la cosa contribuía de alguna otra manera. Los sindicatos, es de dominio público, contribuyen a la mejoría de la sociedad mejorándose a sí mismos, los partidos políticos aun más, las ONGeses ni les cuento. Algunos edificios clasificados como históricos o así también están exentos y entiendo que es porque están obligados a mantener las condiciones óptimas del edificio y cosas así. Bueno, entiendo que contribuyen a la belleza de la ciudad y no me voy a rebotar por ello.
Los Franciscanos, esos fascistas, tienen un comedor social en el barrio bilbaino de Irala. Les llamo fascistas porque no te dan deconstrucciones ni espumas; te dan alubias, chuleta de cerdo y una naranja, ah y te llevas un bocata y una manzana o yogur por si llegas vivo a la cena.
Si admito que los franciscanos paguen la contribución del comedero de maquetos, moros y negros me pregunto por qué los nobles edificios de la Gran Vía y aledaños no van a hacerlo.


domingo, 27 de mayo de 2012

El Vuecencias.


eltumbaollas dijo:
Buenas tardes,
Una vez me dirigí a un General, mandé formar la Guardia y le di novedades a grito pelao. Todo salió bien. La anécdota aburrida (y mi preferida) se la voy a ahorrar, o mejor, se la concluyo: en el bar de mi pueblo me llaman el Vuecencias y yo me estiro. Conocedor pues de lo íntimo del generalato sé que un Almirante capaz de admitir una regañina del personal civil es algo por encima de lo esperado. Y lo vi pródigo en cubierta a pesar de la reprimenda en el sarao de Madrid.
Ahora que hablamos de filiaciones, de pertenencias y de sentimientos me noto ajeno y a la guerra ya no quiero ir, alguna vez quise o creí querer. Ya no tengo bandera ni color pero me acuesto con la Mari sabiendo que si hay que ir yo lo haré con el Almirante Churruca.


Esperando la luz.


eltumbaollas dijo:

He desayunado dos copas de Manuel Giró y aceitunas con pan duro. Hoy no voy al monte me quedaré en el teledeporte, lloraré a las doce y cuando llegue la Mari estaré llorado y mamado. El eunuco gato me acompaña por el minipiso que se me hace inexpugnable e ignoto. No comprendo mi entorno ni mis internos; me he cansado de mi espejo y lo voy a romper a ostias. Recuerdo amaneceres y nubes, recuerdo risas y que una vez me corté las uñas de los pies. Recuerdo a los que me amaron pero he olvidado su nombre. ¿Y yo amé? No creo, soy mi propio Judas. No echaré mis culpas a los pies de nadie; me vendí por treinta monedas de un céntimo y así moriré: vendido por dejación. Cuando sale el sol estoy en vilo con la ilusión de la luz. Siempre estoy despierto cuando amanece esperando la iluminación y lo que me encuentro son mis pies en unas zapatillas rotas. Me gusta el pan tostado con mantequilla y mermelada de ciruela al amanecer y en cambio me como la ginebra cruda y bebo angustia. La soledad es el espejo y la botella es el peaje. Salto rocas y atravieso campas pero al final sólo veo mis pies con fijación psicótica y me hurgo las orejas buscándome en la cabeza y no me hallo. Pienso que mejor ser perro y pienso en la cadena perpetua y en las jaulas de los pajaritos y los veo libres e hidalgos desde mi esclavitud, desde mi traición a mí mismo.
Me gustan los mapas viejos y las cajas de metal. Ahora tengo para jugar una caja de regalices de Riga y he guardado en ella un trozo de mi alma; el otro pedazo lo he puesto en un viejo atlas de Justus Perthus y así desnudo de alma me enfrento al espejo, ese gran canalla. Qué es un cuerpo sin alma si no un montón de tendones y sangres, una piel que envuelve lo grotesco, una molienda del universo. Me tiemblan las manos de la vergüenza y la voz por la mentira, por la traición. Y juro que no saldré más de casa, que aquí me quedo esperando la luz de mañana que será más cálida que la de hoy que me ha helado el pensamiento.