miércoles, 4 de diciembre de 2013

Historia de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao. (4)

Andoni dijo:
Tras el parto, Argamasindo se apiadó de Bernadino de Bragamonte y Calzónquitao y de su puta madre y se los llevó a vivir con él a una pequeña gatera, utilizada a modo de hogar, en la calle de la Sillería, cercana a la Plaza de Zocodóver.

Bernadino tuvo que sufrir la ausencia diurna de su padre (aguador en la calle Las Moscas) y la casi nula presencia, tanto diurna como nocturna, de su madre (moscona en cualquier agua); la cual, en cuanto pudo le retiró el calostro materno para ofrecer este a mejores pagadores y chupadores, y le endilgó cuencos de leche fermentada de una burra estéril que era utilizada como aliviadero de feos y colicortos. Pero Bernardino no estuvo solo; fue arrullado por “cienes y cienes” de gatos que en aquel lugar paraban, meaban, maullaban y seguían; paraban, meaban, maullaban y seguían; paraban, meaban, maullaban y seguían… parando, meando y maullando. De dicho pasacalles gateril, gatense o gatuno, que lo mismo da el gatalicio, le quedaron a Bernadino ciertos problemas para la debida pronunciación de palabras como “Madrit”, “Catalunya”, e incluso frases completas como “El perro de San Roque no tiene borceguíes” o “Súbete las faldas que viene el Olegario con la maza”, sin que aún hoy se sepa el motivo de tal problema fonético.

Pared con pared se encontraba la fragua de Fraimundo Colgoelhábito, donde se forjaban sus famosas espadas, puñales y untadores de mantequilla; estos últimos muy apreciados por la nobleza toledana. Fraimundo había sido ferviente seguidor de la orden de los mendicantes armados, cuyo lema era “el moro et la mora, lo mejor es que es vayan fora”. Gracias a los actos cristiano-purificantes que a diario celebraban los mendicantes; consistentes estos en dar de martillazos en las palmas de las manos y en los pies (a modo de nuestro Señor en la cruz) a los seguidores de “Alá y su profeta” y usar un hierro candente “para marcar a todo moro en la frente”, Fraimundo cogió la experiencia suficiente en el uso de martillo, hierro y fuego y se convirtió en el mejor maestro espadero, puñalero y mantequillero de Toledo.

La fragua, sobre todo el calor que la misma desprendía, y que aquel año los toledanos se quitaron el sayo el 20 de Abril debido al viento africano que no dejó de soplar durante tres meses seguidos, marcó a Bernadino para el resto de su vida: era ponerse la temperatura en 20º y el gachó ya andaba medio tiritando de frío. Es cierto que el calor apretó de lo lindo aquel año: los perros levantaban el rabo para darse sombra; las ratas hacían cola en los trasquiladeros de ovejas churras, por si se equivocaba el pastor y les pasaba la tijera a ellas; las coyundas maritales fueron escasas, por no decir nulas, y las putas pedían limosna en las esquinas ya que no había quien quisiera pegarse un revolcón con aquella calor; el Tajo descendió tanto su nivel que las ranas ni croaban de lo seca que tenían la boca y lo poco que se meaba se evaporaba apenas a dos palmos. Sí, hay que reconocer que hizo calor aquel año, pero lo de Bernadino es de análisis. Y eso haremos.

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