domingo, 21 de octubre de 2012

Manía persecutoria.


Hace ya algún tiempo mi psique se vio afectada gravemente por esa paranoia que en psiquiatría se llama manía persecutoria. La paz me era reiteradamente negada; siempre de misión en misión, no conseguía alivio para mi padecer. Desesperado, tuve que recurrir, en última instancia, al psicoanalista del Cobrador del Frac. Era este un profesional peculiar; se había hecho un nombre en el panorama intelectual con su obra “La LOGSE explicada a los animales” y era el creador de un revolucionario método para averiguar, sin el más mínimo margen de error, tanto el cociente intelectual de las personas como su índice de alcoholemia en sangre, a través de los discos de Tom Waits. No eran precisos más tests. Se dieron casos de dilataciones de pupila, babear, muestras de asentimiento y, excepcionalmente, tarareos de algunas piezas.
En su consulta, comenzábamos todas las sesiones con una declaración formal de intenciones: puestos en pie, desnudos ambos de cintura para abajo y con la mano a la altura del corazón, transitábamos verso a verso, extasiados por la emoción y con la piel en carne de gallina, por la letra de Paquito el Chocolatero. Al acabar comenzaba la catarsis. Cada 4 de julio cambiábamos la pauta y comenzábamos con la Declaración de Independencia de EEUU. El terapeuta consideró que estuve curado cuando dejé de columpiar gallinas y no volví a subirme a los columpios de los monos del Zoo. Era un conductista excelente.
Pasado un tiempo comencé a tener un problema con la metabolización de los carbohidratos, lo que hizo que se me repitieran hasta dos y tres veces los mismos dèja vu, dejó de crecerme pelos en las orejas y llegué a presentar un síndrome de personalidad doble acompañado de delirios de grandeza. Durante un programa de televisión de Anne Germain, al que asistí como público, fui requerido por la médium para conectar con mis deudos. Mientras ella buceaba en mi pasado, sufrí una crisis y me convertí en uno de los Hermanos Anoz; a voz en grito por el estudio, comencé a cantar una jotica algo guarra:
Ahora sí que estamos bien
Tú preñada y yo en la cárcel
Tú no tienes quien te meta
Y yo no tengo quien me saque
Cuando Jordi se la tradujo, su cara se transformó: “He´s is a prophet” –dijo- al ver que yo le quitaba años; mientras tanto, convulsionaba, tenía perdida la mirada y los ojos en blanco.
Mi psiquiatra me sugirió profundizar en la hipnosis para ver si en la regresión encontrábamos el hecho diferencial, la liaison; vamos, lo que viene siendo el trauma, de todo este catálogo de patologías. Por ello, y buceando en mi interior conseguí llegar a entender el origen del mundo conocido y que no es como lo cuenta el Génesis: en el primer día Dios creó a Joan Tardá y después la luz; a continuación se retiró, y en la más absoluta soledad juró por sí mismo que no volvería a hacer nada a oscuras. Cuando se lo pensó mejor, creó el Paraíso en cuya entrada había una casamata de control, y en su techumbre había instalado un pararrayos, vaya usted a saber porqué.
Se llamaba Paraíso porque estaban expresamente prohibidas las concentraciones parcelarias, las exposiciones bovinas y lo pintoresco; el fish and chips, el nitrógeno líquido para cocinar y los perfiles en Facebook. Las calles no estaban empedradas debido a las continuas avenidas de hidromiel, lo que les daba un cierto aire empalagoso. Todo estaba organizado como un Parque Temático si no fuera porque se respiraba un cierto aroma cool, bueno, dejémoslo en una suave brisa, una mezcla entre la estética de Greenpeace y un empacho de la iconografía de Panofsky, como queriendo resaltar que no todo lo prieto es morcilla.
También, durante las sesiones, profundicé en el asesinato de Abel (conocido aquí como Abel Martorell). Cuando Caín mató a su hermano, blandía en una mano un cuchillo de cerámica de esos que regalan en Lidl y en la otra un ejemplar de “El asesinato considerado como una de las bellas artes”. Era una edición de las que existían en la librería del Paraíso, donde Ramoncín ejercía como bibliotecario. Intrigado por mi relato me requirió para que le siguiera contando cosas; pero a mí me entró hambre y me puse a comer un paquete de tizas que, estando bajo hipnosis como estaba, me parecieron unas pulguitas de ibérico. Mientras hacía la digestión le dije:
- He soñado que la viuda de Jordi Pujol iba al entierro de Arzallus………
- Siga, siga, muy interesante
- Lo siento, no me acuerdo de más, pero ¿a que tiene un buen comienzo?



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