sábado, 29 de marzo de 2014

Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza (8).

Andoni dijo:
Crónica de una operación de cadera anunciada visto desde el lado oscuro de la fuerza.
A las puertas.
El celador nos condujo a través de otro laberinto de pasillos. Creo que tenía prisa ya que nos era imposible seguir su ritmo. En cuanto llegaba al final de cada pasillo nos esperaba con cara de mala baba y en el momento que nos estábamos a su altura se ponía otra vez en marcha. Solo faltaba la cuerda y las cadenas para que pareciéramos uno de los galeotes de El Quijote. Para mí que aquel tipo hacía bastante que no “mojaba” sin pagar.
-¡Oiga, aquí hay un baño! ¿Puedo entrar un momento?- Le gritamos desde lejos al pasar junto a una puerta entreabierta por la que se podía observar un lavabo
-No, ese baño es solo para empleados del hospital.
- Por favor, es que me estoy meando mucho.
- Tire para adelante y calle- me ordenó. Aquí se cumplen las normas a rajatabla.
Como ya no aguantaba más tire del cuerpo del Neo, crucé la puerta, me introduje en uno de los baños, cerré el pestillo y apunté al inodoro. Oí como entraba mientras me disponía a soltar lastre. Una mano se introdujo por debajo de la puerta y me agarro con fuerza el tobillo derecho.
-¡Salga inmediatamente!- me dijo.
-Cuando acabe de mear- le contesté mientras intentaba desasirme de la mordaza de su mano.
El lado oscuro de la fuerza y la cadera derecha tuvieron la culpa. Con el forcejeo por librarme la puñetera comenzó a dolerme fuertemente, así que levanté mi pie izquierdo y le pegué un pisotón en la muñeca al celador. Un ruido como de nuez cascada y un grito casi humano me indicó que yo no iba a ser el único operado aquel día. El tipo soltó la presa y entre gritos nos amenazaba con tirar la puerta abajo. El Neo tomo las riendas de la situación.
- Perdone, señor celador… Ha sido sin querer… No sé lo que me ha pasado… Comprenda mi estado de ánimo-.
- ¡Salga inmediatamente!- gritó.
- Sí, ahora mismo, en cuanto acabe de sacudírmela.
Una vez desahogados, el Neo quitó el pestillo y abrió despacio la puerta. El celador se abalanzó hacia nosotros queriéndonos coger de improviso, pero no sabía que el oscuro siempre está preparado: le metí entre ceja y ceja con la escobilla del bater y cayó inconsciente. Lo metimos dentro del baño y cerramos la puerta. Recogimos los papeles que se encontraban esparcidos por el suelo y salimos al pasillo. Una bata rosa, arrastrando un carrito de metal, venía en nuestra dirección.
-Oiga, ¿qué hace usted aquí? –nos preguntó.
-Estoy buscando el quirófano de caderas derechas.
- Ah, pues mire, hacia allí voy yo. Y por cierto… ¿no tendría usted que estar acompañado por un celador?
- Una urgencia- le contesté.
- ¿Urgencia?
- Sí. Ha tenido que ir al servicio, que el pobre hombre se estaba orinando y ya no se aguantaba más. A una persona que se está meando no se le puede negar que vaya al baño, ¿no cree usted?
- Tiene usted toda la razón- asintió. Hay que ser comprensivos con las necesidades de la gente y no ser estrictos con las normas. Tengo compañeros de trabajo que son tan intransigentes que sería mejor para matarlos.
- Bueno, matarlos… matarlos-
Y la seguí.

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