sábado, 29 de marzo de 2014

La Guerra de Santo Domingo/2

jachuspa dijo:
La Guerra de Santo Domingo/2
El invierno de 1788 fue, posiblemente, el más terrible que ha conocido la ciudad de París, como si quisiera preludiar el cataclismo que se avecinaba en meses venideros: temperaturas inferiores a los 20º C bajo cero no fueron extrañas.
Pocos días antes de la toma de la Bastilla, un grupo de plantadores caribeños había solicitado a la Asamblea Nacional francesa que se incluyeran veinte representantes de las colonias caribeñas. Para justificar ese número, los peticionarios habían contado incluso los esclavos que habitaban Saint Domingue. El conde de Mirabeau tomó la palabra en la Asamblea para denunciar las pretensiones de los plantadores coloniales:
“¿Están las colonias colocando a sus negros y gentes de color en la clase de hombres o en la de las bestias de carga? Si las colonias quieren contar a los negros y gente de color como hombres, deberían entonces permitirles elegir y ser elegidos. Si no, les rogamos observar que, en la cuenta para decidir el número de diputados proporcional a la población de Francia, no hemos tomado en consideración ni el número de nuestros caballos ni el de nuestras mulas.”
Poco tiempo después y bajo los ecos de la Revolución Francesa, en 1791, se produce una masiva insurrección de esclavos en Saint Domingue, acompañada por el incendio y destrucción de plantaciones y el asesinato de numerosos miembros de la población blanca. No era la primera vez. La más importante de todas, anteriormente, fue la capitaneada por Mackandal, el precursor de Toussaint, que intentó liberar a los suyos por medio del veneno. Era una especie de Rappel que presumía de adivinar el porvenir. Un día se emborrachó y la traición de sus lugartenientes hizo que fuera capturado y quemado vivo. Quedó tanto miedo al envenenamiento, que en la parte española de Santo Domingo se prohibió “la venta de arsénico o solimán (cloruro mercúrico, sustancia muy venenosa) a negro o pardo so pena de perforarle las orejas a quien lo hiciera“
El triunfo de Toussaint, que posteriormente pagaría con su vida, era la ruina de la burguesía francesa que se había enriquecido con el comercio triangular y el tráfico de esclavos. En 1802, Napoleón restituye la esclavitud y envía un ejército expedicionario de 58.000 hombres al mando de su cuñado Leclercq; pero, al cabo de veinte meses de guerra, donde compitieron en atrocidades con los propios negros: “… en el alto del Cabo (Haut du Cap) se preparó una palestra. Allí un negro desnudo, con las manos atadas a la espalda, espera la muerte que cuatro parejas de perros iban a darle. Muy pronto, esos animales excitados, fueron sueltos y entonces se precipitaron con rabia sobre su presa. Destrozado, hecho pedazos, el negro cae. Todo se desvanece ante este hombre espectáculo; cuando de repente los perros se detienen, forman un círculo alrededor de la víctima, se levantan sobre sus patas delanteras y empiezan a ladrar. El propósito había fallado; se sabe, en efecto, que esos animales proceden así cuando el temor los domina. Se hubiera creído que la falta de éxito había desarmado a los verdugos, pero eso sería conocer muy poco a los monstruos que presidían tales atrocidades. Se hizo enseguida levantar al negro todo cubierto de mordidas, se le desató las manos, se le armo con un látigo y, después, empujado con la bayoneta en los riñones se le hizo atacar a los perros para hacerse devorar por ellos. Entonces, un grito general de horror resonó en los aires: los perros, más humanos que los hombres, retrocedieron y huyeron aullando” el ejército francés- como antes le sucediera al inglés- fue completamente diezmado por la fiebre amarilla –falleciendo el propio Leclercq- lo que unido a otros factores contribuyeron a que, en dos años, murieran cerca de 50.000 soldados. Tal desastre imposibilitó que se materializara la ocupación. Los rebeldes continuaron la lucha bajo el mando de Jean Jacques Dessalines, otro ex-esclavo quien proclama la independencia de Saint Domingue, que pasó a llamarse Haití, el 1º de enero de 1804.

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