domingo, 9 de diciembre de 2012

Pedir un préstamo


Mi abuelo también fue picador.
En los últimos años de su vida nos contó a los nietos una de las pocas veces que tuvo que pedir prestado.
Mi abuelo tuvo un ligero contratiempo con uno de los caballos que utilizaba como picador de toros: noble oficio que realizó con elegancia torera durante más de cincuenta años; mi abuelo llegó a picar a un toro bragao de la ganaderia del Marqués de Chorrapelada a la edad de setenta y cuatro años – mi abuelo, no el Marqués y ni por supuesto el toro. Que a mi abuelo le temblara un poco el pulso y que en vez de pinchar al toro lo hiciera en el pie derecho de Rafaliyo “El Chita”: monosabio que siempre acompañó a mi abuelo por esas plazas de Dios – y de Franco durante muchos años- no restó mérito al tercio de varas y fue ovacionado al término de este. “Rafaliyo” parecía ser de la misma opinión ya que jaleaba a mi abuelos dándole recuerdos para toda su familia –fallecidos incluidos-.
El caballo de mi abuelo murió en la plaza. Por eso mi abuelo tuvo que adquirir otra montura, pero como no contaba en aquellos momentos con suficiente “parné” para su adquisición tuvo que pedir unos cuantos de cientos de pesetas al banco Abraham. El banco Abraham estaba situado en el barrio de La Judería, y era exactamente eso: un banco donde se sentaba Isaac ben Yeuda, al que llamaban Abraham porque era más cristiano -el nombre- y más corto –el nombre también-; donde este realizaba prestamos al bajo interés del 25%.
Landalucio “ElPichacorta” que era el maestro vestidor de caballos de la cuadrilla, estaba de baja por maternidad; ya que su parienta había alumbrado cinco churumbeles, cinco, de golpe, y así, sin avisar. Landalucio aseguraba que traer cinco hijos al mundo en un solo parto era algo solo destinado a personas tocadas por la mano de Dios; y que dicho alumbramiento -que mas que alumbramiento, dado el número de fogonazos que salieron de aquel túnel, aquello fue la “Cremá” de las Fallas de Valencia-, solo podía ser de origen divino, ya que “El Pichacorta” debía su apodo a haberse cortado la “pilila” dos años antes mientras segaba hierba ( por mucho calor que hiciera, ¡a quién se le ocurre segar en cueros!).
Venancio “El Tontolaba” fue el mozo encargado de vestir al equino para la lidia el día de la defunción. Era un trabajo que requería tiempo y profesionalidad, ya que vestir a un caballo de picador tiene requiere profesionalidad y cuidar hasta el más mínimo detalle.
Venancio no estaba muy ducho en este oficio y tuvo un pequeño error.
Una fotografía muestra los instantes anteriores a la muerte del caballo de mi abuelo. Mi abuelo, orgulloso y altivo, está en la plaza montado en su jamelgo, con la pica levantada. El toro se dirige a su encuentro. Se pueden observar las protecciones del caballo: el braguero con perneras anterior en su sitio; el braguero posterior bien colocado, los estribos fuertemente sujetos, las vendas en los ojos realizando su función; y tapando todo el lateral derecho el peto: de margaritas amarillas sobre fondo azul.
Detrás con la difícil caligrafía de mi abuelo:
Los cuernos lo atravesaron de parte a parte
Utilizó de peto el mantel de la mesa de la cocina de su madre
Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo.
Guardo esa fotografía con mucho cariño, y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.
Sí, mi abuelo también fue picador.


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