domingo, 9 de diciembre de 2012

San thiago Gong sales.


Thiago no viene de Santiago, ni de Jaime ni de ningún otro nombre: Thiago viene de Argimiro, santo.
Thiago no fue nombrado santo nada más nacer, sino que como todo buen santo que se precie tuvo que pasar por el mundo y “cascarla”; hasta que alguien, conocedor de al menos tres milagros suyos, realizó las gestiones necesarias de subirlo a los altares.
Thiago nació en una familia humilde -como una inmensa mayoría de santos; y de muchos que, más bien lo contrario, han andado sueltos por la vida; u otros que aún andan sueltos y que son muy conocidos en los “Mercadonas”. No hay que confundir ser un santo, que estar hecho un cromo, que puede parecer lo mismo, pero diferente.
Al nacer no nació santo, ni tampoco Thiago; en realidad le pusieron Argimiro, por un tío abuelo de una prima segunda de su madre.
Argimiro- en adelante Thiago- tuvo una infancia poco feliz, ya que al ser el catorceavo de una familia de diez hermanos -ya que con tantos la vecina de al lado les había endilgado cuatro que le sobraban y no se dieron cuenta hasta que los llamaron para tallarse para el servicio militar- se llevaba todas “las hostias” de sus hermanos mayores; lo cual le sirvió como experiencia para cuando tuvo que repartirlas él como presbitero de la Iglesia.
El hecho de recibir tanta muestra de cariño por parte de sus hermanos le formó como una persona dispuesta al servicio a los demás. El “Te hago esto, si no me pegas; te hago esto otro si no me la endiñas” estaba siempre en su boca; por lo que fue conocido como Tiago en un principio, y después Thiago al añadirle la “h” de hiluso.
Thiago vio que a pesar de toda su buena voluntad era premiado por sus acciones altruistas, ya que a pesar de que él no pedía nada, siempre recibía. Así que decidió trasladarse por el mundo para ofrecer sus dones a otras gentes, de diferente raza, lengua, pueblo y nación.
Esta búsqueda de hacer el bien universalmente le llevó a China. Y quiso Dios que Thiago encontrara allí la santidad. El pueblo chino vio en él a un hombre tocado por sus ancestros.
Se hizo masajista de un equipo de fútbol. Se ubicaba junto al banquillo y como no entendía ni Chin-chao de Chino, utilizaban un instrumento autóctono cuando era requerida su presencia. Le decían los chinos -por señas eso sí-: cuando escuches el Gong sales.
Thiago, tocado por un don divino, se acercaba al lesionado, colocaba sus manos sobre la parte afectada y el dolor desaparecía inmediatamente. Como ocurrió más de tres veces tan milagrosa imposición de manos fue elevado al santoral romano con el nombre de San Thiago Gong Sales.
Ah, en sus ratos libres era Patrón de barco, y muy querido por sus remeros.


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