domingo, 17 de enero de 2016

Atacados

Atacados.
El día anuncia su llegada rompiendo la malicia de la oscuridad, clareando por el este. Un atisbo de esperanza, delimitando dientes de sierra, aparece sobre las cumbres que protegen la aldea de los fríos vientos invernales, y los carcomidos tejados de madera comienzan a lucir como plateadas patenas de sacrificio comunitario. Un gallo, aterido y hambriento, proclama la orden de abandonar las templadas sábanas de paja y tomar las armas. Hombres jóvenes, adultos y ancianos curtidos por el trabajo del campo; mujeres aviejadas, cansadas de callar a gritos en los momentos del parto; y niños marcados por el sol, la tierra y el viento olvidan necesidades fisiológicas asiendo cuchillos de basto hierro, azadas melladas por el uso y varas secas de avellano, con legañas en los ojos, piojos en el pelo y pulgas por todos lados, otean temerosos a través de oquedades en las paredes de barro de las débiles chozas. Silencio en el exterior. Miedo dentro. El brillo lejano de una espada… dos espadas… miles de espadas. Piafar de un caballo contra el rígido barro. Cientos de relinchos cantan a coro. Una orden de ataque. Voces y gritos de victoria. Chillidos y llantos de derrota. Fuego…, sangre…, frío…, muerte.

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