domingo, 17 de enero de 2016

Se rompe el círculo.

Se rompe el círculo.
Olaf alzó su espada ante todos nosotros y mirándonos a los ojos, como siempre hacía cuando de algo importante se trataba, la clavó con fuerza en el helado suelo. La luz escasa de aquella mañana de invierno, apagada aún más por la niebla que nos cubría, no fue obstáculo para percibir la ira que su rostro mostraba.
-Uno de vosotros no es de mi agrado –dijo bajando la vista-. Nuestro círculo se está rompiendo.
-Círculo no, mi rey Olaf. Tú eres el centro y nosotros estamos todos a la misma distancia de ti. La palabra correcta es “circunferencia”.
-Gracias por tu aclaración, Conde Magnus. Sabes que me agrada el celo que pones en utilizar siempre la definición correcta, pero recuerda que el título que ostentas ha sido otorgado por mí.
-Nunca lo olvido, mi rey Olaf. Siempre a tu servicio.
Olaf sacó la espada apenas sin hacer esfuerzo y volvió a mirarnos uno a uno. Se detuvo al llegar a Svens.
-Duque Svens, ¿qué es eso qué tienes en la barbilla?
-Un grano, mi rey. Se me ha encasillado.
-Encasillado no –terció Magnus-. La palabra correcta es enquistado, señor duque. Usted tiene un grano enquistado.
Olaf acercó la punta de la espada al rostro de Svens, y con un pequeño giro de su muñeca sajó el forúnculo.
-Cuando una pústula da problemas lo mejor es cortarla de raíz –dijo Olaf. Y girando velozmente su brazo le cortó la cabeza a Magnus.

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