domingo, 13 de enero de 2013

Alatriste nos abre sus salones


El capitán Alatriste convocó hace cosa de dos meses un almuerzo en su txoko de Vitoria. El evento se materializó ayer. El anfitrión y Tumbaollas ejercieron en los fogones, con la ayuda de Carmen Quirós, expresamente venida desde tierras asturianas. A partir de la una de la tarde fueron apareciendo los remeros y remeras como pastorcillos de Belén, o como Reyes Magos, si entendiéramos que el oro, el incienso, y la mirra son comestibles. El propio Tumbaollas había hecho de víspera unas croquetas difícilmente superables, con una bechamel ligerísima, casi líquida, en su envoltorio crujiente. Allí vinieron Karlwind y el mariscal Zhukov, con anchoas del Cántabrico, pescadas personalmente en persona por ellos mismos, prensadas, salazonadas, sobadas y puestas en aceite por ellos mismos en compañía de otras. Estos datos fueron facilitados por los susodichos, a preguntas inquisitoriales de Bonnie Parker, que había traído unos excelsos pimientos rellenos, cultivados, asados, pelados y rellenos por ella misma, según dijo. Hubo jamón de bellota y canapés variados que preparó al momento Tumbaollas. Maralhino, nuestra Lorenza de Médicis trajo dulces de Goya. La pièce de résistance fue el marmitako, canónico, ejemplar, que preparó Alatriste con el último bonito de la temorada y cachelos traídos expresamente de Galicia. Y hasta aquí puedo recordar. Ruego a la remería que completen las aportaciones gastronómicas de la bancada para no castigar a nadie con el silencio o la ignorancia.
Cuando las gentes de orden nos hubimos recogido a una hora razonable y sin ingesta apreciable de alcohol, el asunto siguió. Tumbaollas envió a altas horas de la madrugada una crónica que no era de comensal, sino de amante despechado. Ahí va y no se lo tomen en cuenta, que es gracioso y buena gente. Se esperan otras crónicas, alguna evocación de có mo lo hacía el abuelo, quizá, otras versiones que complementen la vocación sectorial del magnífico cronista que es Tumbaollas. Nos falló Parmenio:
“Cuando llegué a casa la Mari estaba tapada con una mantita de Iberia y asomaba la nariz roja. ¿Estás bien? Le pregunté,  mejor que tú, me respondió, que vienes mamao. No le faltaba razón.  ¿Qué ha hecho Alonso? Dije, como si me importara y me respondió que si le hacía una tortilla para cenar. Y se la hice. No quería que le contara nada del viaje a Vitoria, estaba refunfuñona y yo me entristecí. Había hecho el tonto tratando de ligar a todas las chicas del sarao y luego me calcé unos güisquises que me hicieron mal. La verdad es que triunfé con los canapieses y las croquetas pero fue doña Carmen Quirós las que las frió y las que las sacó a delante. No la metí mano porque no se dejó pero creo que en realidad era porque estaba cerca su señor que es mi tocayo. En todo caso me enamoré de ella. La bellísima Catalina me miró la camisa y luego nos pagó una ronda en una taberna mientras esperábamos a su chulo que como es neurólogo aproveché para preguntarle por mis miserias.
Pero no todo es triste, hubo momentos para la risa y el cachondeo. Ya en el viaje de Bilbao a Vitoria me llevé una dosis. Conducía Neo y nos contaba a Belosti y a mí sus cosas y hablaba de una Biblia llamada de Jerusalén y el tío Belosti le dice ¿no me has visto a mí en la Biblia? Y el bueno de Neo le dice que no y va el Belosti y dice que esa Biblia la ha traducido él. Se hizo un silencio incómodo en Altube y yo solté alguna chorrada. Luego llegamos a Vitoria y aparcamos en un hueco y ponemos un euro de OTA (ORA) y preguntamos a un paisa por la calle y para nuestro alborozo resulta que estábamos a cien metros del txoko. Todavía nos estamos riendo.
Al llegar nos abre la puerta el Capitán que es joven y está cachas y su mujer es un cielo de muchos soles. Otro enamoramiento. Estaban por allí Thompson sin Thompson y el Kepa que habían traído a la espectacular miss Parsons que casi cae en mi bote. Otro enamoramiento.
Lo mejor vino después, llegó mi preferida, no hubo enamoramiento pues ya lo traíamos de casa, la doctora FrannyGlasso, ay, cómo me simpatiza esta mujer. Qué disgusto me llevé cuando supe que estaba casada. Pelearé por lo mío.
Andaba yo salseando en la cocina y me asomo con unas croquetas en la mano y apareció el Patrón, con pañuelo gay al cuello y al rato el Mariscal con su churri y unas anchoas.
De doña Mara y su Felipe no voy a hablar mucho pues son tíos buenos pero más bueno está el Karlwind, mi gemelo.
Y lo mejor para el final, ay
No sé,
Va,
La Boni, sí
Y sus pimientos.
Y al final no pude hablarle de mi gato porque se fue.”

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