domingo, 13 de enero de 2013

Melchor Rodríguez García en el Confesonario.


Neo... dijo:
-Ave María Purísima.
- Esto… ¿qué tengo que decir?
-Sin pecado concebida.
- ¿Y es obligatorio?
- Si empezamos tocando a maitines, puede que acabemos en laudes. Pero si empezamos tocando los cojones a lo mejor terminas en la puta calle.
- Hombre, si se pone así, lo digo; yo soy un hombre muy tolerante: Sin pecado concebida.
- Dime hijo, tus pecados.
- ¿Qué le diga qué?
- Hombre, no sé… lo que hayas hecho últimamente.
- Oiga, ¿no es usted un poco cotilla?
- ¡Colilla, hijo! Me llaman el Padre Colilla.
-¡No me extraña! Joder, que pestazo a tabaco hay aquí dentro. ¿Seguro que está permitido fumar en la Iglesia?
- Hijo, no critiques que te meto más penitencia. Bueno, vamos al grano que tengo que hacer. Para empezar dime tu nombre.
-¿Mi nombre? Leches, yo creía que aquí se venía de incógnito.
- Mira hijo, aquí el dueño del chiringuito soy yo. O me dices el nombre o cierras la puerta… por fuera.
-Vale, vale. Me llamo Melchor.
- Mira, como el rey.
-Como el rey no, que yo soy republicano.
- ¡Coño, como yo…!
- ¿Usted es republicano, Padre?
- Los caminos del señor son insondables, hijo. Bueno … ¿de qué te acusas?
-Hombre, acusar, acusar…
-Ostias, ¿pero tú a qué has venido?
- Es que estaba lloviendo… y como estaba abierta la puerta.
- O sea, que no has venido a confesarte ¿no?
- Pues claro, si yo soy ateo.
- Joder Melchor, que susto me habías dado, si yo también me he metido aquí por lo mismo.
- ¡Santiago! Tenía que haberlo adivinado… Por el humo del cigarro, digo. Y ahora que te veo: no me gusta nada lo de Paracuellos.
- Ahora me lo quito, es que me había disfrazado.
- No, no, lo del alzacuellos no. Lo de Paracuellos.
- ¡¡¡Cuidado!!! Que viene el cura.
- ¿Cura? ¿Qué cura? ¿Donde?… Qué cabrón, ya se ha vuelto a quitar de en medio.
……
-¿Quien anda ahí?
- Nadie, Padre. Soy un pobre hombre que había entrado a rezar a la Iglesia.
-Reza, hijo, reza. Y ya sabes que hoy es un buen día para cumplir lo que nos aconsejó nuestro Señor Jesucristo: El que te pegare en una mejilla, ofrécele también la otra.
- No se preocupe Padre, que en cuanto salga a la calle, no solo la otra mejilla; sino que voy a ofrecer el Carrillo entero.
- Dominus vobiscum, hijo.
-Eso Padre, eso.

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