miércoles, 5 de junio de 2013

Nochebuena 2012.

jachuspa dijo:
D. Tumba, me ha alegrado usted el día. Lo mismo les deseo
La Nochebuena comenzó rara. “¿Dónde está el chaval? –preguntamos- ; ha ido a por el pan –respondió su padre-“. Eran casi las diez de la noche; dos mazapanes más tarde llegó el colega, más tieso que la picha de un novio y con un color cerúleo que parecía lo hubieran maquillado en el tanatorio: “Que me ha dicho el médico, que tengo un virus en el estómago y 38,5º de fiebre”. Al oírle, me dije: pues si que está jodido el asunto; es la primera vez que veo a médicos despachando pan y atendiendo a posibles pacientes. Pensé en alguna posible promoción, en un corner como el que tienen Loewe, Dior y todas esas tiendas de nada a cien, en El Corte Inglés, alguna joint venture entre la medicina privada y el sector de panificación y obradores de pastelería, del tipo “Si se lleva dos baguettes y cuatro croissants, le realizamos una exploración; con una docena de pasteles más, tiene gratis un tacto rectal”. No quiero ni imaginar lo que te pueden ofertar si te llevas dos tartas. Tentado estuve en darme de baja en Sanitas.
La realidad era más prosaica: el chaval, que tiene ya 34 añitos, al sentirse mal se fue sólo a urgencias, donde le atendió un médico vestido de Papa Noel, con un matasuegras en un mano y un depresor en la otra. Llamó el chico a su casa para comentar lo que le ocurría; su padre, mi primo, es un genio, un desafío a las leyes de Mendel, un artista dando noticias a la familia, un espécimen que bascula entre el spin doctor de Artur Mas y un tonton-macoute que no hubiera superado la fase anal; este fenómeno, un artista generando economías de escala, pidió a su hijo que a la vuelta de urgencias se pasara por el OpenCor y que, además de los virus, trajera a casa el pan para la cena de Nochebuena.
El chico estaba verdaderamente mal y desorientado; tanto es así que perdió la receta y, además, en su casa no había Aquarius. Su madre, ante la falta de elementos que aplicar por vía oral para contrarrestar la pérdida constante de electrolitos –lo que viene siendo una cagalera de toda la vida-, y no queriendo poner en práctica las bondades de una limonada alcalina casera, decidió recurrir a la medicina de los años de la autarquía, tratando de reponer líquidos con irrigaciones por vía anal con una pera del 15 (lo que entra por lo que sale, esa era su teoría, eso que algunos con inglés llaman FIFO) y Vicks Vaporub inhalador para aliviar la congestión de la zona. Concluida la hazaña, es decir ante la imposibilidad manifiesta de controlar el software que se iba por el hardware, el joven tiene ahora, además del virus estomacal, una conjuntivitis en el ojete que, posiblemente, degenere en cataratas; y encima, para cenar teníamos ensaladilla rusa: acabáramos. Luego dicen que la juventud no está al loro.

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