miércoles, 18 de julio de 2012

El último tango en París.


Mi abuelo también fue picador.

En los últimos años de su vida nos contó a los nietos que él era muy español, que toda su carrera “toreril” la había realizado en España, y que el conocía más pueblos de la península que un opositor a cartero.
Como excepción, una sola vez había abandonado “su” piel de toro –él se creía autor de dicha nomenclatura, pero que un “tontoloshuevos” (textual) se había apoderado de su “vocablo”. Sé que mi abuelo tenía buen corazón, ya que muy a menudo se acordaba de la familia de aquel plagiador. ¡Sobre todo de sus muertos!
Como digo, una sola vez tuvo que “puyar” fuera del terreno patrio. "El Cojo” y su cuadrilla fueron contratados para lidiar en un pueblo llamado Nimes (como la del señor de Murcia, pero pronunciado en “raro”), y allí se presentaron con los caballos en un Barreiros y el resto de la cuadrilla en tres “seiscientos”.
Como los caballos salieron antes, mi abuelo tuvo que meter las “varas” de picar en el seiscientos y tuvieron que romper una de las muletas más antiguas para ponerles el trapo rojo.
Coincidió aquel evento con el estreno de la película “El último tango en París” en los cines franceses, y por supuesto mi abuelo, gran cinéfilo, no perdió la oportunidad de ir a verla.
Cuando regresó a casa fue recibido con gran alegría. ¡Hasta un fotógrafo contrataron!
Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo.
En ella se ve al seiscientos , con las “varas” saliendo por la ventanilla más de dos metros, y a mi abuelo con una gran caja de cartón en las manos.
La caja contenía veinte kilos de mantequilla francesa… que mi abuela utilizó para hacer galletas durante seis meses seguidos.
Mi abuelo no probó ni una sola de aquellas galletas; él era más de jamón, queso y chorizo.
Guardo la fotografía con mucho cariño, y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.
Sí, mi abuelo también fue picador.


No hay comentarios:

Publicar un comentario