miércoles, 18 de julio de 2012

Sirena a la Plancha.


Mi abuelo también fue picador.

En los últimos años de su vida nos contó a los nietos el día que malversó fondos del erario público en cenas y viajes.

En esa época estaba de segundo picador con el famoso torero Antoñito “el Cojo” -le llamaban así por que utilizaba muy bien la muleta-.

Toreaba “el Cojo” en San Pedro de Alcántara y llegó toda la cuadrilla la tarde anterior. Se pasaron por “La tasca de Bernabé” para tomar un refrigerio: un porrón de vino tinto. Digo porrón, no por el envase que lo contenía, sino porque se bebieron doce litros de tintorro entre seis; vamos, un porrón.

Tenían una hucha con forma de cerdito -nunca he sabido porqué las huchas en España tienen esa forma- en la que iba aportando cada cuadrillero un cinco por ciento de sus beneficios para gastos imprevistos  y que la llamaban “el erario” porque se la encontraron en una era en Velilla del Río Carrión, un día que también se bebieron un “porrón” de vino -aunque esta vez sólo eran tres-, ya que casualidades de la vida, los otros tres habían sido designados como presidentes de mesa en las elecciones que decidieron si las mujeres tenían derecho a voto.

A mi abuelo le surgió un “imprevisto” que le supuso un abultamiento de la zona central del cuerpo humano, empezando por arriba o empezando por abajo. Así que, ni corto y muy perezoso (que lo era)  echó mano del “erario” y se fue a Marbella en una bicicleta alquilada; alquilada al alcalde de San Pedro de Alcántara: ¡tres pesetas pagó por el alquiler!
Cenó en…, bueno creo que no cenó dado el abultamiento del “imprevisto” y se dirigió a una casa de dudosa reputación a ”picar” algo.
¡Y vaya si picó!

Le dieron de plato único  "sirena a la plancha". Sí, sí, ¡una sirena!: cuerpo de mujer, pero con cola; ¡y menuda plancha que se llevó!

A mi abuelo se le arregló el “imprevisto” de un bajonazo con el estoque, pero el muy canalla -lo digo con cariño, ya que era mi abuelo- pidió factura al salir de la casa (dudosa, pero que era una casa no cabe la menor duda)  con el rabo entre las piernas.

Alguien le sacó una fotografía justo en el momento de salir de la casa.

 Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo de aquel infausto día.

La guardo con mucho cariño, y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.

Sí, mi abuelo también fue picador.


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