sábado, 28 de julio de 2012

Fernando José Salgueiro Maia.


jachuspa dijo:
Vean vds. que diferencia de hombres; de la misma Península, como dice D. Errichal: que me lo quitan de las manos
El 31 de marzo de 1992, en una habitación de la segunda planta del Cromwell Hospital de Londres, un hombre se está muriendo y lo sabe. Aturdido por la quimioterapia y los sedantes, en los pocos momentos de lucidez que tiene recuerda: no tiene miedo, sonríe; acaba de ser nombrado alférez de caballería y destinado a Mozambique. Es el segundo de su promoción y por ello, al llegar a Lourenço Marques, le dan a elegir destino: un escuadrón de reconocimiento, es decir, vivir escaqueado, o un destino operativo. Elige la 9ª Cía de Comandos “Os Fantasmas”, de servicio en medio de la selva. Cuando llega, sin ninguna experiencia en combate, se tiene que hacer cargo de la misma porque el capitán y el teniente que la mandan, han sido heridos en combate. Posteriormente, el mando le negará el distintivo de comando por no haber hecho el curso en la metrópoli.
Sabe que se muere, ha venido a Londres por complacer a Natercia, la profesora de matemáticas con la que se casó, ya hace… muchos años; pero, en realidad, hace tiempo que se ha despedido de la vida. Cuando fue operado por última vez en el hospital militar de Lisboa, la noche anterior a la intervención, como si fuera un quinto cualquiera, salió de noche de la habitación, escondiéndose de la vista de médicos y enfermeras, con los zapatos en la mano y los pantalones en el brazo. En la calle, le esperaba un amigo con el coche aparcado en la puerta del hospital: “Vamos, le dice, a minha vida é do gajo (figuradamente, el cáncer), mais a noite é nossa”. Regresa al hospital a las 7 de la mañana; adormecido, a las 8 de esa misma mañana, lo encuentra la enfermera quien le felicita por el aire descansado que presenta: “se nota que ha dormido bien – le dice-, son los tranquilizantes”.
Cae la noche sobre Londres y en la habitación, Natercia le pregunta: “Estás melhor, Fernando”
El le responde, casi sin fuerzas: “Estou”.
Sin que lo sepan, es la última vez que intercambiaran unas palabras. Vuelve al duermevela para seguir recordando: es la madrugada del 24 al 25 de abril de 1972. Una columna de blindados de la EPC (Escuela Práctica de Caballería) que él manda, se detiene en un semáforo en la circunvalación de la Ciudad Universitaria. Desde la chaimite (Blindado Medio sobre Ruedas) grita a las dos autoametralladoras que le preceden:
-¿porqué hemos parado?
- mi capitán, el semáforo está en rojo.
-¡Y desde cuando las revoluciones paran en los semáforos!
No tiene miedo, nunca lo tuvo. Que se lo pregunten al brigadier Junquera dos Reis. Esa misma mañana, armado con su pistola, un par de granadas y una pañuelo blanco, salió, sólo, a enfrentarse con varios M-46. Nadie se atrevió a dispararle, ni el mismo Junquera dos Reis, enviado por el Gobierno a frenar la Revolución de los Claveles, que tuvo que disparar al aire y pasar por la vergüenza de ver como sea pasaban a los rebeldes sus tropas y carros de combate.
Acaba de perder la conciencia y entra en coma. Natercia se desespera; la voluntad de su marido es volver a Portugal para morir en casa. Telefonea, pero no hay ningún avión militar disponible; recurre al presidente de la República, pero al final no es necesaria su intervención: consigue plazas en un vuelo regular de TAP.
El 4 de abril fallece en el Hospital Militar de Lisboa, a los 47 años, el teniente coronel Fernando José Salgueiro Maia. Su cuerpo, velado por todos los presidentes de la República desde 1974, amigos y enemigos, es trasladado al cementerio alentejano de Castelo de Vide, próximo a la localidad extremeña de Valencia de Alcántara. Allí, en una sencilla tumba, hace veinte años que descansan los restos mortales de un hombre que fue clasificado por sus enemigos como fascista y comunista al mismo tiempo, tan sólo porque jamás aceptó ningún cargo político, un hombre lleno de coraje y dignidad, que jamás aceptó ninguna prebenda:
Aquele que na hora da vitória
Respeitou o vencido
Aquele que deu tudo e nao pediu a paga
Aquele que na hora da ganancia
Perdeu o apetite
Aquele que amou os outros e por isso
Nao colaborou com a sua ignorancia ou vicio
Aquele que foi “Fiel à palavra dada à idea tida”
Como antes dele mas também por ele
Pessoa disse

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