miércoles, 18 de julio de 2012

Necesidades fisiológicas.


Mi abuelo también fue picador.

En los últimos años de su vida nos contó a los nietos que hay que tener buena memoria. Es muy importante recordar lo dicho en tiempos pasados para no meter la pata y contradecirte con lo dicho anteriormente, sobre todo cuando se realizan aseveraciones irrefutables de cierto calado.

Mi abuelo nos decía que él había pasado vergüenza al comprobar que con el paso del tiempo cambiaba de opinión, y lo que en un momento dado de su vida era la panacea, en otros quedaba totalmente obsoleto.

Mi abuelo era un hombre regular, no porque fuera del montón, sino que sus necesidades fisiológicas se presentaban todos los días y a la misma hora. Vamos, que quisiera o no quisiera, se encontrara donde se encontrara, hiciera frío o calor, allí se presentaban sin disculpa alguna.

Tuvo que variar con el paso del tiempo el lugar donde recibía la regular visita. Cosas del progreso.

Cuando era niño las recibía en el corral trasero de la casa paterna. Comentaba la sensación de libertad que  sentía atendiéndolas al aire libre, respirando aire puro, usando una piedra como presente de despedida, y el picoteo de las gallinas como servicio de limpieza. Para él aquello era lo más de lo más.

Después vino la caseta de madera con un agujero en el suelo. No había mucho espacio para las visitas, no tenía buenas vistas, pero la intimidad que aquello aportaba para poder hablar con ellas de cosas más íntimas, le llevó a afirmar que aquello superaba lo anterior. La incorporación de un montón de hierba seca y el cubo de agua mejoraron los “adioses”, y para colmo, los huevos que daban las gallinas cambiaron de sabor.

Luego llegó el baño turco. ¡Que diferencia! ¡Y las huellas de los zapatos marcados en la loza, para que nadie pudiera equivocar la posición! ¡Qué maravilla y prodigio de la ingeniería!

Pero el acabóse llegó con el baño completo. Una habitación dedicada a las visitas regulares, con su bañera, su lavabo, su rollo de papel higiénico, la cisterna  ¡y la taza del water!

Mi abuelo volvió a ensalzar la nueva situación,  pero le encontró un ”pero”.

Una fotografía muestra el porqué.

Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo. En ella se ve a mi abuelo en el baño. Está levantándose del taza del water, con los pantalones en los tobillos y los calzoncillos a media pierna y un rictus de susto en la cara. Parece ser que era invierno, ya que el espejo del lavabo está totalmente empañado y pequeñas estalactitas de hielo aparecen bajo la cisterna del agua.
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Detrás,  con la difícil caligrafía de mi abuelo: Si te sientas en invierno en la taza del water, acuérdate de levantar la tapa; tus “cataplines” te lo agradecerán.

Guardo esa fotografía con mucho cariño, y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.

Sí, mi abuelo también fue picador.





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