miércoles, 18 de julio de 2012

Libros.


Mi abuelo también fue picador.

En los últimos años de su vida nos contó a los nietos que él nunca había asistido a la presentación de un libro en su vida ¿Motivo? Mi abuelo no había leído un libro entero en su vida. Alguna vez había hojeado el Libro de Familia, pero mas que nada por asegurarse de que a sus hijos les habían inscrito correctamente con el nombre por él elegido, o por confirmar que estaba realmente casado con mi abuela, ya que le parecía imposible que los dos hubieran dicho “Si” el día de su boda. –Debe de ser el único día que nos pusimos de acuerdo en toda una vida juntos – decía-.
Nos contó que una vez comenzó a leer uno, pero que lo dejó antes de terminar la tercera página. Nos dijo que le era difícil seguir la trama de la historia ya que tenía demasiados personajes. Era “La Guía Telefónica de Cartagena”.
Mi abuelo no era de leer y mi abuela era más de revistas; tenía siempre encima de la mesita del salón el “Semana”, cuando la cosa bien económicamente, o “El Diez Minutos” cuando se realizaban recortes.
Mi abuelo también tenía revistas, pero las escondía encima del armario, debajo del traje de picador que utilizó en su último toro. No dejaba que nadie tocara aquel recuerdo, sobre todo a mi abuela.
Unos días antes de Navidad, nos quedamos los nietos solos en casa, y buscando alguna pista sobre lo que nos iban a traer los Reyes Magos, descubrimos las revistas de mi abuelo. Llegamos a tres conclusiones: una, que a mi abuelo le gustaban las revistas con pocas letras y muchas fotografías; dos, que aquello no era la carta para los Reyes Magos; y tres, que como las viera mi abuela…
Tenía, eso si, una enciclopedia en el mueble bar. Era verde, con los cantos dorados y muy bien conservada, ya que aún no le había abierto el plástico protector. Aunque le había costado cara , como por su compra le regalaron un juego de cuchillos que no se desafilan -que duraron mes y medio-, un juego de sábanas de franela -sin sábana bajera, pero de franela-, un jamón a la sal -con chaira y todo- y cinco litros de aceite desflorado, lo dio por bien invertido. ¡Lo que decoraba la enciclopedia!
Cuando mi abuelo se jubiló comenzó a interesarse por la lectura. Una fotografía lo muestra.
Al ser su primer nieto me dejó esa foto como recuerdo. En ella aparece mi abuelo en la barra del “Bar bero”, con su vasito de vino tinto de las doce del mediodía a su lado. Está absorto, con una sonrisa en los labios y un hilillo de baba cayendo de ellos. Está leyendo la contraportada del “As”.
La guardo con mucho cariño junto con otra fotografía, que aunque no es de mi abuelo, la tengo mucho aprecio.

Ésta sí es de la presentación de un libro. En ella se puede ver en el centro al autor, y a ambos lados a algunos de mis amigos mostrando orgullosos el libro.
Detrás, con la difícil caligrafía del nieto mayor de mi abuelo: De izquierda a derecha: El tumbaollas, Yishuay, Belosticalle, Sursum Corda, Yapoco, Trampantojo, D. Patrón, Rostro Pálido, Pussy Cat, Lindo Gatito, Karlwind, D. Uno, Neo y Uomo. El Libro es “Lágrimas Socialdemócratas” de D. Santiago González:
Siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ambas fotografías.

Sí, mi abuelo también fue picador.


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