miércoles, 18 de julio de 2012

Los calcetines.


Mi abuelo también fue picador.

En los últimos años de su vida nos contó a los nietos que él se cambiaba de calcetines todos los días y esto le llevó a tener problemas económicos. ¡La de pesetas que se gastó en calcetines!

Cuando no andaba con “El Cojo” por esas plazas de Dios – de Franco en aquellos tiempos- la cosa no era especialmente gravosa, pero la cosa se complicaba cuando comenzaba la temporada taurina. Cuando estaba en casa, los calcetines podían ser lavados una y otra vez hasta que el agujero que se formaba en el dedo gordo  
-siempre se forma ahí; misterios de la naturaleza- era tan grande que podían ser reutilizados como tobillera; pero cuando estaba fuera, mi abuelo utilizaba un par de calcetines diarios que después tiraba a la basura.

Hay cosas que parecen y luego no lo son.

Por ejemplo: Mi abuelo era guapo y bien “plantao”. Algunos llegaron a sacarle parecido con José Coronado, pero no por lo guapo –que lo era- sino por su regularidad. Iba al baño regularmente dos veces al día, una a las siete de la mañana y otra a las once de la noche. ¡Y sin “Activia” ni nada!

Mi abuelo, a pesar de su porte varonil, tenía un pequeño defecto: era “paticorto”. Mi abuela se metía con él diciéndole: Muy guapo, muy guapo, pero los calcetines le huelen a culo. Cosas de mi abuela, pero esas son otras historias.

Volviendo al tema de los calcetines:
Mi abuelo tenía una costumbre extraña: dormía siempre con un solo calcetín. Ésta era su rutina: cenaba a las nueve de la noche, escuchaba un ratito Radio Nacional de España y se iba al baño. Al finalizar, se quitaba un calcetín y lo arrojaba al cubo de la ropa sucia; con el otro puesto se metía en la cama.
Se levantaba siempre a las siete de la mañana y se volvía a dirigir al baño, del cual regresaba descalzo tras haber dejado en el cubo el otro calcetín.

Hay cosas que parecen y luego no son.

Esta costumbre de mi abuelo desapareció un buen día sin ningún motivo aparente, pero el nos aseguró que la culpa la tuvo el invento del papel de celulosa.

Una fotografía muestra el día de ese cambio.

Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo. En ella aparece mi abuelo con los brazos en alto sosteniendo sendos calcetines a modo de “ El Cojo” cuando cortaba dos orejas, y delante de él una hoguera donde arden varios rollos de papel higiénico.
Detrás, con la difícil caligrafía de mi abuelo: Donde esté un buen calcetín, que se quite “El Elefante”.

Guardo esa fotografía con mucho cariño, y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.

Sí, mi abuelo también fue picador.


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