domingo, 22 de julio de 2012

La huelga.


Mi abuelo también fue picador.
 En los últimos años de su vida nos contó a los nietos que él fue el causante de la primera huelga en el mundo de la tauromaquia en España.
Es cierto que aquella época no había sindicatos como hoy en día, pero quiso la vida y la necesidad que se convirtiera en el primer sindicalista español en montarle una huelga al patrón en el mundo del toreo.
El ser segundo picador de Antoñito “El Cojo”, torero famoso donde los haya, le llevó durante gran parte de su vida a formar parte de, llamémosla así,  una P.Y.M.E.
La empresa la formaban el diestro - que como su propio nombre indica,era de derechas aparte de ser el patrón-, el “apoderao” -o socio capitalista- y los currelas:  dos picadores, tres banderilleros, un primer espada, un  mozo de espadas, cuatro monosabios, dos conductores y Manueliyo “El Ivete”.
Manueliyo “El Ivete” se quedó huérfano de padre y madre mucho antes de que fuera prácticamente pequeñito. Horencio “ El bienplantao” –uno de los banderilleros- le buscó un rincón donde dormir y un medio plato de comida que llevarse a la boca. Horencio le daba cobijo y Manueliyo correspondía con  compañía, ya que “El bienplantao” estaba soltero y no parecía tener intención de casarse - eso decía él- ¡Engañados los quiere el señor!
Horencio era "moteado"de esa forma no por su buena planta, ya que era más feo que matar a un padre con un calcetín “sudao”, ni por entender de jardinería, sino por calzar un cincuenta y dos y medio¡ Menudas plantas de los pies tenía el tipo!
El del pequeño Manueliyo era debido a que se encargaba de realizar los más diversos  “recaos” para su padre postizo y la cuadrilla de “El Cojo”.- Vete aquí-. o  -vete allí- , eran las ordenes que recibía el chaval.
Mi abuelo contaba que hubo una época de vacas flacas… y toros escasos que llevarse al estoque. Debido a la merma de festejos taurinos, “ El Cojo” -asesorado por el “apoderao”­­- tuvo que realizar recortes a los miembros de su cuadrilla, y los más duros los sufrieron “los funcionarios”. “Los funcionarios” eran así llamados los que tenían sueldo fijo, funcionara o no funcionara la temporada. Mi abuelo era uno de ellos.
La primera medida adoptada fue la congelación del sueldo. Cada mes, cuando cada uno pasaba a cobrar en “cá” “El Cojo”, este los miraba fríamente. – Te dejaba "helao" con esa mirada – nos decía mi abuelo entrándole un escalofrío-.
La segunda fue la reducción de festivos. A menos festejos, menos festivos -tampoco hay que ser un lince-.
Pero lo que desencadenó la primera huelga de cuadrillas de toreros en España y la consiguiente manifestación, fue la tercera medida tomada. “El Cojo” regalaba todos los años por Navidad a cada uno de sus subalternos un pavo. Como éste solía ser hembra y de muy buen tamaño, lo comenzaron a llamar “La pava extraordinaria de Navidad”. La supresión de la “Pava”, fue la gota que colmó el vaso, y mi abuelo, reuniendo a todos los miembros de la cuadrilla decidió montarle una huelga y una manifestación a “El Cojo”
Una fotografía muestra el momento cumbre de la lucha obrera.
Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo. Está sacada en la plaza de toros de “Las Ventas”, delante de la Puerta Grande. En ella aparecen todos los miembros de la cuadrilla ataviados con sus respectivos trajes de faena. Banderillas, capotes y muletas arrojados de mala manera alfombran la escena. Manueliyo, debido a las carreras que se daba haciendo “los mandaos”,  aparece ataviado deportivamente con un chándal  -feo como un demonio- de la selección que representó a España en las Olimpiadas de Helsinki 1950. Como no podía ser menos, mi abuelo en primer termino montado en su mejor caballo, con unas tenazas en la mano izquierda,  y una pancarta realizada con papel de estraza que reza: ¡COJO POR COJO, Y DIENTE POR DIENTE!
En el lado izquierdo y casi fuera de cámara, con la cara de sorpresa reflejada en el farol que sostiene en la mano, un sereno observa la escena.
Detrás, con la difícil caligrafía de mi abuelo: 28 de Agosto de 1953, tres de la madrugada. ¡Antes de esa hora no cerraban las tascas!

Ni que decir tiene que aquello fue un completo fracaso.
 Guardo esa fotografía con mucho cariño, y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.
Sí, mi abuelo también fue picador.


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