Mi
abuelo también fue picador.
En los últimos años de su vida siempre nos contó a los nietos sus penurias en la vida.
En los últimos años de su vida siempre nos contó a los nietos sus penurias en la vida.
Mi abuelo tuvo ocho hijos. Todo el mundo le decía que se parecían a su padre, pero él siempre contestaba que los hijos no se deben parecer al padre, sino al marido de su madre. ¡Gracias a Dios que ninguno le salió negro!
Es cierto que en aquella época se pasaba necesidad, pero hambre no pasaron –según contaba él-. Nos decía que el día que solo tenían sopa para comer, abría las ventanas y la puerta para que entraran las moscas en casa y así comían sopas con carne.
Mi abuelo siempre se esforzó para conseguir recursos económicos con los que sacar adelante a sus ocho “ churumbeles”.
Una fotografía muestra uno de esos momentos.
Al ser su primer nieto me dejó la foto como recuerdo. En ella se ve a mi abuelo encima del caballo picando a un toro negro “zahino”. El morlaco empuja con fuerza. Mi abuelo se aferra a la silla y sujeta con fuerza el estribo. El caballo tiene las dos ancas delanteras en el aire y del cuello de este cuelga un cartel en el que se puede leer: BEBA COCA-COLA.
Guardo esa fotografía con mucho cariño y siempre que escucho a Víctor Manuel me acuerdo de ella.
Si, mi abuelo también fue picador.
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