miércoles, 7 de agosto de 2013

Castelar vs Manterola.

jachuspa dice:
El 12 de abril de 1869, Castelar, en el debate sobre el proyecto constitucional de libertad de cultos, dio una respuesta al canónigo vitoriano Manterola, que figura en todas las antologías de la oratoria parlamentaria. El párrafo más importante, al final del discurso, dice así: “ Grande es Dios en el Sinaí; el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios más grande, más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios y sin embargo diciendo: “¡Padre mío, perdónalos, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores porque no saben lo que hacen!”
Tras esta fulminante respuesta, ¿qué sucedió en la Cámara? Galdós en su obra “España sin Rey”, uno de los episodios nacionales, escribe:
“Quedó el alavés sin resuello, viendo que la Cámara ardía, que todos gritaban. Los aplausos en escaños y tribunas, el golpe y sacudida de miles de manos derechas contra miles de manos izquierdas, daban la impresión de innumerables aves que aleteaban queriendo levantar el vuelo. ¿Qué pasaba? ¿Era una tempestad de entusiasmo ardiente, o un espasmo colectivo de terror? Sacando las palabras del pecho con dificultad, dijo a Celestino: «Hágame el favor de darme algunas palmadas en la espalda… no sé lo que me pasa… no puedo respirar». Hizo el amigo lo que se le pedía, y el señor de Romarate pudo echar de su boca estos conceptos: «¿Qué quiere ese hombre? ¿Libertad de cultos? Yo digo: matarle, matarle… Pero habla bien; me ha conmovido… Sin quererlo, se siente uno magnetizado… Esto es un abuso, amigo: no hay derecho a magnetizar… Eso no vale, no vale… Es como darle a uno cloroformo para dormirle y robarle… sacándole del bolsillo el dinero, o del corazón la Unidad Católica… No, no mil veces. Atrás magnetismo, atrás gotitas de cloroformo… ¡Castelar, fuera de aquí!… Oradores que le sustraen a uno con engaño la Unidad Católica, ¡a la cárcel, a la cárcel!…».”
Cuando Castelar murió, el 25 de mayo de 1899, en la localidad murciana de San Pedro del Pinatar, estaba lejos de imaginar la vigencia que en el siglo XXI iban a tener sus palabras:
“…debemos, repito, invocar y evocar ahora más que nunca, partieron del principio para el que os pido toda la fe de vuestras inteligencias y todo el fervor de vuestros corazones, la santa, integérrima, la sagrada unidad nacional. ¡Cuál reacción insensata la promovida por tantos locos de la derecha y de la izquierda como aparecen hoy en requerimiento de un retroceso medieval, cuyo resultado cierto sería la recaída en el feudalismo, pues se desorganizarían los órganos esenciales a la patria con descoyuntamientos arqueológicos y se desvanecería, como un sueño, aquel oxígeno vivificador traído a nuestra vida por los grandes legisladores del siglo…”

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