lunes, 12 de agosto de 2013

Conferencia.

eltumbaollas dice:
Buenos días,
Estaba Bilbao raro, de gris caliente y llovizna de tierra. Vi algunos tipos con camisetas extrañas; los de Lisboa.
Me enamoré, por su nombre, de una mujer llamada Rosa Lisboa. Me hacía sopa de ajo cuando cobraba la renta de un piso que heredó en Arangoiti. Ella lo llamaba arriba de Deusto. Yo llevaba vino barato y tabaco y hachís y el ansia y le decía que arriba de Deusto estaba yo y otra vez el ansia. Luego volvía andando.
Al llegar a la cosa una señora de atrezzo con el pelo verde me miró y pensó: “este tío raro con uniforme nuevo tiene pinta de ser de ETT”. Yo pensé en lo buena que estaba.
Saludé al Belosti, un tipo amable, cariñoso de lo más cordial. Hablé con él tres minutos y me dio tiempo a confesar, escuchar y ser absuelto. No me digan que no es un tipo raro. Tres malditos putos minutos y salí duchado. Ojo, también afeitado. Bien vale un tesoro un minuto con Belosti.
Como chavalillas de insti sonreían y escrutaban todo Miss Cat y Catalina. Allí fui yo. Recién duchado, al calor. Miss Cat elogió su labor a don Rubin de Cendoya, el tigre de la Memoria.
Soy partidario a lo fan del tal Fabián Rodríguez Pozo. Qué tío. Sin manipular la realidad como dice que hace Hitchcock.
Anduvo generoso el Patrón, saludó a remeros añejos y de temporada mientras la buenorra del pelo verde hacía fotos. Yo ponía cara de concentrado por si salía en alguna y una vez de no respirar me puse morado y luego estuve rojo un rato. Yo siempre me lo paso en grande.
Desde víspera no había probado vino ni mujer para estar lo más atento posible y también porque luego huelo a vino. Ay, me pasé toda la conferencia pensando en un trago y en la jai del pelo verde. Sobre todo en ella.
Entonces la vi salir, la seguí y al llegar al hall, donde reposaban la tarde dos ertzainas,
le dije: “Oú vas tu poulet?
Sonrió y caminamos del brazo por la calle Luchana en busca de un taxi. Ella se apretó a mí bajo la lluvia, radiante con su pelo verde y yo con mi mejor cara de jabalí.
Al llegar a Urquijo, en un semáforo con piopíos para ciegos, acarició mi oreja con su lengua y susurro: “travesti”.

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