domingo, 25 de agosto de 2013

La camiseta.

Andoni dice:
Hace ya más de treinta años que tengo yo una camiseta de fútbol como esa en mi casa. La guardo como oro en paño. Está nueva, casi sin estrenar.
Un tío mío, trabajador de Renfe y residente en Tarragona (en ese mismo orden), se encontró en objetos perdidos de la estación donde se hallaba destinado un baúl con la equipación completa de un equipo de fútbol regional: dieciséis camisetas, la del portero incluida. Como nadie reclamo el baúl, permaneció en un rincón durante más de un año. Pasado el tiempo se decidió por parte de los trabajadores el método del “estapa”: esta pa mí, esta pa ti, esta pa mí, esta pa ti; siete camisetas se agenció mi tio Pedro ( Pere, pa los nietos).
Mi tío, listo como el abuelo “picaor” de D. Neo y casi tan canalla como él, se dio cuenta inmediatamente que no podría regalarlas a los sobrinos que vivían en los alrededores debido al “cante”. Una camiseta como esa, utilizada en pleno centro de Tarrraconensis, cantaría mucho, así que decidió enviarlas a cobro revertido (mi tío se fue contagiando de la cultura catalana) a sus sobrinos de Bilbao.
Los sobrinos de Bilbao, entusiasmados, se ponen las camisetas y salen a la calle con ellas. Y… oh, qué decepción. Reciben miradas extrañas, e incluso amenazadoras, hasta de sus propios amigos.
Vuelven a casa y las camisetas quedan relegadas al baúl de los recuerdos.
Yo aún conservo la mía.
Está comprobado: en el País Vasco también se odia a los catalanes.

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