sábado, 24 de agosto de 2013

Felipe.

Neo... dice:
Una bobadita.
Un ciego con pistola.
Era gallego y disparaba de oído. La vida le fue esquiva desde que nació. En vez de darle un cachete con la mano en el culo para que no llorara, la matrona le pego con una malla de mejillones de la Ría de Arosa, con tan mala suerte, que se le incrustó uno de ellos en el ojo derecho. La visión del izquierdo la perdió antes que la virginidad, pero no recuerda exactamente donde. El sentido auditivo lo tenía por encima de la media, del de la vista carecía, el “sexo” sentido no lo cató hasta que le pilló una “pilingui” por banda y le cobró cuatrocientos euros por un “completo” (le salió caro el café y bien que lo sintió), pero lo que es de memoria andaba fatal.
Harto de verlo todo negro, decidió dedicarse al tiro al blanco. Se compró un tirachinas, pero viendo que guiñara, al apuntar, cualquiera de los ojos no había forma de acertar al blanco,ya que el blanco se movía y lo captaba con el oído, pero las piedras conque cargar el arma no había forma de localizarlas.
Se compró una pistola en un chino. Era buena: seis balas, cartucheras y sombrero de cowboy venían en mismo pack por tres euros sesenta. Se sentaba en el banco de la plaza todos los días, a las tres de la tarde, y se dedicaba a disparar a todo lo que se moviera y produjera algún ruido. Después, se levantaba, se calaba el sombrero y se dirigía a vender cupones frente al ambulatorio.
Un día vació el cargador completo contra el mismo objetivo: un ruido atronador acercándose de frente. Fue la última vez. El conductor de la excavadora juró y perjuró que no le había visto.
-¡Joder, si hacía ya cuatro días que habían avisado de las obras en parque! -declaró el contratista en el juicio. ¡Unos letreros así de grandes!
Al funeral solo acudió su amigo Felipe. Este tenía también muy desarrollado uno de sus sentidos: el olfato. Felipe era capaz de distinguir, solo con olerlas, las bragas usadas de su mujer entre las bragas usadas de todas las mujeres del barrio. Es más, era capaz de clasificar las bragas de las vecinas por calles, portales, pisos y manos sin cometer ni un solo error. No era muy querido en el barrio… por los vecinos.
No sé cual de los dos tenía más peligro: el ciego con su pistola o Felipe con la suya.

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