jueves, 8 de agosto de 2013

Pasión Castro Urdiales.

eltumbaollas dice:
Es lo que tiene no tener canal Historia que te ahorras mamonadas, ya saben, eso de que alguien te cuenta lo que sucedió sin haber cascado un huevo. Me he acercado a la Historia y me encuentro un interminable presente. No veo futuro sino concatenaciones del presente. Es una marea.
Toda una infancia veraneando en Castro Urdiales y nunca había visto una bajamar tan elocuente como hoy: a los carramarros se les veían las miserias. Y de miserias voy a hablar.
Más de seiscientos castreños (y castreñas, vive Dios) han representado la Pasión ante mis oídos. Lo digo porque ver, poco, pero gracias a los abominables altavoces he seguido la representación. La dicción de los intérpretes magnífica, de hecho sabían vocalizar, no como nuestros intelectuales actores del cine español que no sé si saben interpretar pero lo que no saben es hablar. Se lo comenté a un director de cine y me dijo que, quizá, había un exceso de sonido directo y cuando insistí en que el problema era que no sabían vocalizar me dijo que yo estaba manipulado por un exceso de doblaje. Cambié de interlocutor y no volví a hablar con el intelectual.
En la calle no se veía mucha devoción; éramos, más bien, aficionados al espectáculo gratuito entregados a la puesta en escena. Jo! hasta había romanos a caballo y un nutrido grupo de leprosos que me parecieron zombies. Entre los entregados no había vascos de los montañeros (doña Bonnie) ni montaraces, sólo residentes, mediopensionistas y veraneantes. A los del interior se les reconocía porque bajaban a la bajamar del muellecillo a buscar no sé qué entre la miasma. No había poste ni farola que no tuviera colgada una rama gorda de eucalipto lo que entraba en lucha con el olor a bajamar. La bajamar puede ser muy bonita pero huele como una novia bajita que tuve en un mal momento de bajón. Ay! Donde esté la pleamar con sus exuberancias y sus rompientes olas… la pleamar es de las rubias y de las exageradas situaciones. Interesante el libreto lleno de chistes y refranes y mejor las bailarinas de Herodes contoneándose a ritmo de chunta-chunta-bacalao y poco piadoso el The Final Countdown antes de la crucifixión en la atalaya.
Ante la incertidumbre yo también escogí a Barrabás y me fui a un bar.

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