miércoles, 21 de agosto de 2013

Los tumbaneos ( III )

Los TumbaNeos dice:
Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte.
Exodo 32, 19
-Bueno, Orgé, ya que ha salido tú nombre vamos a por tú exposición –dijo el jefe esperando que alguien le animara la convención con mejores noticias.
Orgé se puso a refunfuñar, como siempre. La escasa paciencia, por no decir nula, de Satanás se agotó y se dirigió a él con la grave voz que usaba para reñir demonios: “¡que sea la última vez que protestas mis decisiones o te mandaré mil años a la sección de grandes quemados del Lago de Fuego y Azufre… y sin tabaco! Invidio se reía con ganas. Acedio pidió que cesaran las discusiones: – no vale la pena – susurró despacio, como cansado.
-Vamos a ver a cuántos ha cabreado el Orgé -dijo Superbio atusándose la melena.
Orgé se puso más rojo que un pimiento… rojo, claro, y sus orejas demoníacas se tornaron puntiagudas mostrando unos forúnculos purulentos que causarían envidia en el congreso anual de “Pircings in the belarris”. Los pelos se le secaron y calentaron hasta que se encendieron en llamas. Le resultaba muy difícil contener las ganas de estrangular a Superbio, pero como Satanás no se lo hubiera consentido se conformó con tirarse un “cuesco” a su salud. Philargurio, mientras tanto, no descansaba y propició que la recepcionista, ahora llamada “la cachonda”, robara de la caja fuerte del hotel un collar valioso que una de las señoras de Burgos depositó para su custodia. El subdirector, por su parte, se afanó el Ipad del cartagenero que antes fue de uno de Oviedo.
La conferencia de Orgé fue breve, sin pogüerpoin ni efectos especiales. Habló de su infiltración entre los musulmanes de Europa que han conseguido, junto con los comunistas, que la Navidad casi desaparezca de las calles.
-¿Pero los musulmanes no son también adoradores de dios y de no sé qué profeta barbudo? -dijo el Invidio, siempre presto a la descalificación de los demás. Al límite de la contención llegó Orgé que ya no cabía en sí de la rabia. Continuó hablando de la cólera de los fanáticos islamistas que acabaría dejando ríos de fuego en las calles para delicia de los allí presentes. Todo será un caos: los padres asesinarán a los hijos y los hijos a los padres, aunque las primeras en caer serán las suegras y las cuñadas. Habló de los escraches y de que aunque aún están un poco verdes cualquier día estallarán en irracional violencia. Recordó su primer escrache: el que le montó al “hippy” en el vía crucis; y como los judíos, enfervorizados, gritaban aquello de: ¡A Barrabás, a Barrabás! Lo que le costó convencer a los “jodíos” que votaran barrabasadas. Y visto el éxito obtenido tuvo muchas ganas de organizar más movidas y más ahora que iba todo cojonudamente. Preguntó si no se habían fijado en su bonito disfraz de activista llorona de la PAH y la que estaba montando. Se dirigió al Ceo, al que Orgé llamaba con desprecio el Patrón, para agradecerle su reconocimiento por el asesinato de mujeres a manos de sus parejas ¡Qué placer le reportaba la violencia de género! Y eso que solo contaban las mujeres, porque, cuando aparecieran los datos de los mingafrías caídos en el tálamo conyugal…
-Sí –dijo -nos está saliendo muy bien. Destacó el orgullo que sentía al ver lo que estaba consiguiendo en México lindo, en concreto en Ciudad Juárez, dónde se mata a las mujeres y ni repajolera idea – ándale, ándale- del motivo. Incidió en que el tono faltón, provocado por él, en las tertulias políticas avivaba la irritación y la vesania de la gente.
Por último y como colofón final a su disertación proclamó que la III Guerra Mundial estaba al caer y no sería en Corea, sino en Alemania.
Gastrimargio se sintió bien tras escuchar a Orgé; sacó de una bocamanga unos langostinos gordos y los repartió con largueza. Acedio se dijo… tendré que pelarlos… Jo!

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