domingo, 4 de agosto de 2013

¿Mariano?

Neo... dice:
- Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
-¡Jodó! Uno que se lo sabe. Últimamente aparecían por el confesionario unos tipos tan raros que ni comenzar sabían. Dime hijo tus pecados.
-Pecados…, pecados… no tengo.
- Ya empezamos… ¿Se puede saber a qué venís aquí? Mira, muchacho. Esto es un confesionario: Con-fe-si-on-a-rio. Que como su propio nombre indica sirve para confesar: con-fe-sar. Y para poder venir a confesar hay que tener pecados. Si no tienes pecados te quedas en casa, que ya son las ocho y media y a las nueve menos cuarto comienza “La Champions”. Así que arreando, que es gerundio.
- No, Padre, no me he explicado bien. Yo no tengo pecados. Pero tengo la duda de si las personas con las cuales comparto grupo los tienen.
- ¡Ya estamos! O sea que aquí el señorito no tiene ni una sola mala acción, una mala obra, un mal pensamiento y ni siquiera ha omitido algo.
-Así es, Padre.
-¡Rey mío y Dios mío! perdóname, no te había reconocido. ¡Me pongo en tus manos y ansío tu misericordia!¡Ten piedad de mí que soy un pecador!
-Que no Padre que yo soy un tío normal, de carne y hueso.
-¡Joder! ¡Que susto me has dado “condenao”! Creía que se me había aparecido El Cristo de los Faroles… porque vaya farolada te has tirao ¿eh?
-No es ninguna farolada, como usted la llama. Yo soy una persona honesta a carta cabal. Soy el secretario general de un partido político. Todos mis asuntos están perfectamente claros y diáfanos, y en ellos no encontrará nadie ni una sola mácula; pero las malas lenguas están sacando a la luz pública asuntos turbios del resto de mis compañeros de partido y eso hace que todos estemos siendo juzgados por el mismo rasero.
-¿Y has probado a dar un puñetazo encima de la mesa y expulsar del partido a todos los corruptos?
-¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?
-No, el guardián no; pero el pastor del rebaño sí. El buen pastor conoce a sus ovejas y tú parece que no sabes ni cuantas tienes.
- Pero Padre, el buen pastor también deja a las noventa y nueve, va a buscar a la descarriada, la trae en sus hombros… y la mete en el redil.
-Así es hijo, al redil. Ahí es donde debe de estar la oveja perdida: en el redil. Y por unos cuantos años. Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.
-Gracias Padre. Intentaré seguir sus consejos.
-De nada Mariano, vete y haz lo que tengas que hacer.
No, si yo no me llamo Mariano; mi nombre es Alfredo.

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