sábado, 24 de agosto de 2013

DJ

jachuspa dice:
Meses antes de cometer matrimonio, estaba yo laborando como DJ en una conocida discoteca de la banlieue de San Sebastián/Donostia, en pleno territorio comanche. Era la noche del 19 de enero de 1977, la víspera de la tamborrada. Días antes, por Navidad, había corrido un interminable Riau-riau por las calles de la localidad, cantando el villancico de moda: “Moscú, campanas de Moscú/ que los PCES cantan Carrillo askatu”.
La sala estaba repleta de gente que iba a pillar, unos cacho y la mayoría, una tajada descomunal. En el interior de la cabina del disc-jockey estábamos tres personas: Ona, Anja y quien esto escribe. Las dos primeras eran unas chicas finlandesas, go-go´s de la discoteca y, esporádicamente, actrices porno en Dinamarca. A Anja, que había filmado unas escenas de zoofilia, mi amigo Juantxo, un currela de la central térmica de Pasajes, la llamaba “La primera nuclear de España”, por aquello de que era la “zorrita de los canes” y también “el mejor chocho del super-ocho”. Me estaban contando un problema que habían tenido la noche anterior. Se habían liado con un menda, de pocas luces pero rabilargo ( le llamaron así porque toda la noche estuvo presumiendo de tener las venas de la polla como rabos de lagarto) a quien tras cuatro copas y dos arrumacos llevaron al huerto, es decir, lo metieron de hoz y coz en un trío. Se lo montaron en su apartamento y tras una noche de frenesí, a eso de las cuatro de la mañana, el ciudadano dejó el fornicio y se fue al baño. Las muchachas se durmieron; cuando despertaron, largo tiempo después, observaron que la ropa del ciudadano estaba sobre la silla pero que de éste no había ni rastro. Con un susto de muerte, buscaron por la casa y al final, aliviadas, dieron con él tras la puerta abierta del aseo; allí el maromo, en pelotas y con las manos sobre las caderas, salmodiaba: “sal, sal que es pa´ mear”. No había acabado de descojonarme cuando el jefe de sala se acercó y me dijo:
-Tú que conoces a todo el mundo, ¿quiénes son esos que bajan por la escalera?
- Joder, Laureano, es la madera; pero toda. No han dejado en el cuartelillo ni al puertas; al único que no conozco es al chaval que los manda.
- ¿Pero qué madera?
- Coño, Laureano, que madera va a ser: los picoletos.
- Auguro problemas –dijo mi jefe-
- Nos ha jodido, el profeta –dije yo-
No habían pasado dos minutos cuando los tenía a la puerta de la cabina; tras mostrarme su placa, el joven, el que mandaba, me dijo:
- ¿qué es eso que tiene Vd. ahí detrás? Demasiado lo sabía; se refería a una de las columnas rojas que delimitaban el espacio de cristal y que yo, siguiendo instrucciones del dueño, había festoneado con unas tiras blancas y verdes hasta formar una ikurriña.
- Pues es una ikurriña, agente.
- No soy ningún agente, soy el teniente Campos, jefe de esta línea. ¿No ha hecho vd. el servicio militar?
- Sí, mi teniente; pero ya estoy licenciado.
- Esa bandera es ilegal y a Vd. le va a costar un disgusto tenerla ahí –me dijo en un tono suave, educado pero firme.
- Hombre, -dije yo- el mes pasado la sacaron en Atocha la Real y el Athletic… y no ha pasado nada.
Me pidió el DNI junto con mis datos personales; acojonado como estaba miré, inquisitorial, al sargento Gual, a quien conocía; le llamaban el “mecánico de la madera” porque completaba su sueldo trabajando en un taller de automóviles de Gros y, además, cuando estaba de servicio por las noches nos hacía alguna visita. Entre semana, los únicos clientes por la noche de la discoteca eran, por este orden, las putas, los borrachos y algún madero. Me hacía gestos de no entender nada; cuanto menos entendía él, más canguelo me entraba a mí.
Cuando se marcharon, quedé sumido en una gran preocupación. Un par de horas después, me avisaron de la barra que me llamaban por teléfono:
- ¿quién es? –pregunté-
- Del cuartelillo –me contestó el barman-
- ¿dígame? –respondí blanco como la cera-
- Oiga. Soy el teniente Campos; le llamo para decirle que las actuaciones que llevamos a cabo antes en la discoteca quedan anuladas.
- ¿Y eso?
- Tengo un oficio del Gobernador Civil donde me informa que en el día de hoy, 19 de enero, ha sido legalizada la ikurriña. Buenas noches. Cuando colgó, Oskorri comenzaba a cantar su “Aita semeak”.

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