miércoles, 7 de agosto de 2013

En el Corte Inglés.

Neo... dice:
Aquel tipo no me cayó bien desde el principio.
Cosas de la vida, de la mala suerte y que Dios le tiene reservada a cada hombre (y a veces también a cada mujer) una cruz y a mí me la está enviando en cómodos fascículos, me llevó a encontrarme por cuarta vez con el “elemento” aquel. A mí vecina del quinto, que para qué negarlo, está para fregarle la vajilla los días festivos, la veo casi a diario; pero no me parece normal lo que me ocurre con este personaje: me he topado con él en un hospital francés, en una carnicería del valle de Losa, en un funeral y ahora… ¡zas!… en el Corte Inglés de Castellón.
Yo me encontraba haciendo tiempo en la sección de “pijadas y chorradas” mientras mi señora y una amiga recorrían todo el centro comercial, planta por planta, buscando un abridor de tapas de yogur que parece ser que habían visto anunciado a las tres de la mañana en “La Tienda en Casa”. No entiendo a las mujeres; a esas horas de la madrugada solo se puede poner la televisión para ver un partido de la NBA, motociclismo, Formula 1 o una porno. Tras observar como un repeinado, ataviado con traje mil rayas, zapatos castellanos y una corbata de Mickey Mouse, dudaba entre un incunable del siglo XV con tapas de nácar y un juego de bastoncillos para los oídos, decidí encaminarme a la sección de relojería. Me gustan los relojes, no puedo evitarlo. Hay personas que coleccionan sellos, monedas o cuadros; yo colecciono relojes: tengo uno.
Y allí estaba él. Observaba embelesado un Montblanc Grand Tourbillon Heures Mysterieuses y el escote de la dependienta a un mismo tiempo y sin revirar los ojos. Se sobresaltó al recibir una llamada telefónica, miró la pantalla, puso mal gesto y siguió observando a menos de un palmo el canalillo (para ser sinceros y debido al tamaño de lo que lo rodeaba parecía más el Canal de Castilla, aunque por la manera de mostrarlo al público la dependienta muy casta no parecía).
Una chica joven y muy guapa apareció de repente tras él y le tapó los ojos. Ni se inmutó mientras ella le daba un beso. Había algo en aquella escena que no cuadraba, no era completa, faltaba algo. ¡Tate! – me dije- ¡Los cupones y el bastón! A la chica le faltaba el bastón y la ristra de cupones ¡Porque hay que estar ciega para ser la compañera sentimental del “colega”!
El le comentó algo y ella, sonriendo, le contestó. El asintió mientras le echaba un último vistazo al reloj y una buena remirada al Canal de Castilla. Se cogieron de la mano y salieron del local.
No, aquel tipo no me cayó bien desde el principio.
D. Tumbaollas… ¡a cascála!

No hay comentarios:

Publicar un comentario