miércoles, 21 de agosto de 2013

HOTEL los Tumbaneos: el origen.

Los TumbaNeos dice:
Los dos salieron a dar un paseo: eran hermanos y nada raro había en ello.
-Me gusta este sitio – dijo el hermano pequeño-. La tierra es fértil, el viento suave y verano e invierno son benignos. Aquí tus frutos del campo vestirán de color los prados y a mis ganados no les faltará alimento.
- No está mal – dijo el hermano mayor mientras su mano recogía del suelo una quijada de asno.
- Me quedaría aquí toda la vida – dijo el menor, mientras sus ojos observaban los verdes campos que se perdían a lo lejos.
-Tus deseos son órdenes – susurró el mayor, mientras le asestaban un ostión en toda la cabeza.
- ¿Dónde está tu hermano?
- No sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?
- ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar hacia mí desde el suelo.
-A ver si van a ser las tripas… ¿Una manzanita para matar al hombre? Perdón, ¿para matar el hambre?
Yahvéh buscó al hermano pequeño, pero una llamada urgente del Ángel de la espada de fuego que había apostado en la entrada del Paraíso hizo que se olvidara del asunto: Adán había sido visto escalando la tapia sur, cerca de los manzanos, con una bolsa del Ikea; tal infracción requirió su inmediata presencia en el lugar de los hechos. Ese fue el motivo de no observar cómo, justo a dos metros, una quijada de asno resplandecía a la luz del sol; a su lado, un montón de tierra húmeda cubría un bulto. De él sobresalía una mano derecha con los dedos índice y meñique estirados. Aquél lugar fue llamado “El Descanso de Abel.”
Han pasado varios siglos y los cananeos se han asentado cerca del lugar. Sus casas ya se construyen con piedra y están formando la primera ciudad. De momento no ha llegado todavía el semáforo, los pasos de peatones, los atascos y el camión de la basura, pero todo se andará.
-Oye- le dijo uno a otro- ¿Por qué en vez de piedra y mezcla no utilizamos ladrillos y betún?
- ¡Ostras, que buena idea! ¡Y podríamos hacer una torre!- le respondió el otro.
- No, mejor dos, gritó un especulador
- No, mejor una, por si acaso, comentó bajito un ahorrador.
- La llamaremos Torre de Iberdrola, dijo uno muy galán.
- No, mejor Torre de Torrente, apostilló otro muy guarrete.
Se pusieron todos de acuerdo para construir la torre aunque no en el nombre. El lugar elegido fue “El Descanso de Abel”. Esta fue surgiendo con rapidez ya que hablaban todos castellano y así era fácil entenderse. Es más, abarataron mucho los gastos ante el ahorro en “pinganillos” y en escuelas de idiomas.
Yahveh, celoso de su intimidad, y viendo que la torre alcanzaría pronto la altura de sus cuartos de baño celestiales decidió enviar a la ciudad a cuadrillas de albañiles de otras nacionalidades. Debido al bajo coste de sus honorarios fueron contratados inmediatamente. El descontrol pululó por la obra. Los chinos se equivocaron varias veces en el encofrado ya que en vez de rellenar con tierra el armazón lo hacían con arroz tres delicias; los rumanos se dedicaban a tocar el violín en los cruces de los alrededores; los ingleses “erre que erre” por el lado contrario; los alemanes bebiendo cerveza y comiendo salchichas; los catalanes leían libros y regalaban rosas; los vascos no había forma de que dejaran una sola piedra en su sitio, ya que, una y otra vez, hacían competiciones a ver quién las levantaba más veces, y cuanto más gordas mejor; los valencianos venga a tirar petardos y uno de Burriana hacía arroz. Así que ocurrió lo que tenía que ocurrir: la torre a tomar “polculo”y entró en concurso de acreedores. La mala suerte quiso que en el derrumbe quedara atrapado uno de los cananeos bajo los escombros; cayó en el mismo lugar donde, a escasos centímetros bajo tierra, descansaba el cuerpo de Abel; el betún que llevaba se filtró y se adhirió a una quijada de asno. Aquel lugar fue llamado “El Descanso del Cananeo”.
Han vuelto a pasar varios siglos y “El Descanso del Cananeo” apenas ha sufrido cambios. El tiempo hizo que la quijada de asno aflorase a la superficie y debido a la acción de la lluvia y el viento se haya convertido en un perfecto canto rodado del tamaño de un huevo de codorniz… hembra, que es bastante mayor que los huevos de las codornices machos.
Un muchacho come higos sentado en la hierba mientras observa el campamento del rey Saúl. Él es pastor y les ha traído trigo, pan y algo de queso pero como son las cinco de la tarde y va a salir el bravucón de Goliat a buscar oponente le han apartado a un lado.
- ¡Eh, tú gilipollas! – gritó el muchacho en cuanto vio aparecer entre las filas de los filisteos a un tío más largo que siete años de Gobierno de Zapatero o que una siesta de Rajoy. -¿Por qué no te metes con uno de tu estatura?
Goliat dirigió la vista hacia dónde provenía el insulto, escupió en el suelo y le enseño el dedo índice. El chico le hizo “un calvo”. Enfurecido, el gigante emprendió la carrera espada en alto con ánimo de cortarle la cabeza a aquel mocoso. Este sacó su honda, la cargó y lanzó sobre Goliat: el higo le dio en el ojo derecho; el siguiente se lo estampó en el izquierdo. Mientras Goliat se limpiaba los ojos, el chaval buscó en el suelo, encontró el guijarro, lo introdujo en la badana de su honda y le atizó un “quijadazo” a la remanguillé entre ceja y ceja que le ocasionó una herida de dos trayectorias con entrada intercejal y salida postnucal y orejil izquierda respectivamente. El largo avanzó unos metro, cayó de bruces y allí quedó tumbado, en el mismo lugar en que se hallaban los huesos de Abel y del albañil cananeo. Aquello se estaba pareciendo cada vez más a la Cripta Real del monasterio de El Escorial con tanto muerto uno encima de otro. Aquél lugar fue llamado “El Monte de El Tumbao y el Cananeo”.
Han vuelto a pasar varios siglos. En el lugar ha crecido una higuera, fruto del segundo hondazo que recibió Goliat en el ojo izquierdo. Un cuerpo cuelga de la higuera; treinta monedas caen de su bolsa al suelo. El cielo, oscuro, amenaza tormenta. A lo lejos se oye un atronador sonido: el velo del Templo se rasga de parte a parte. Un rayo zigzaguea y la cuerda que sostiene a Judas se parte. Este cae en el mismo lugar en que reposan Goliat, el cananeo y Abel. Un cuerpo nuevo se suma a la tumba. Aquél lugar fue llamado “Los Tumbaneos”.
Ya estamos en la actualidad. El lugar ha cambiado, y mucho. La higuera murió hace siglos. Lo que antes era campo es ahora el centro de una gran ciudad. Sobre los restos de Judas, Goliat, el cananeo y Abel han construido un hotel: El Hotel De Los TumbaNeos; y promete, vaya si promete…

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