domingo, 25 de agosto de 2013

Penalty cumple años.

Neo... dice:
Aquel tipo no me cayó bien desde el principio.
Tenía hambre. Eran las siete de la mañana y, dada mi posición social, hacía tres días que solo me alimentaba a base de langosta, angulas y caviar: alimentos que, como todo el mundo sabe, son agradables de degustar pero que van estupendamente para el colesterol. Mi colesterol está tan subidito últimamente que solo me hace caso si le trato de vuesencia.
Decidí variar la ingesta matutina y entré en un bareto de Chiclana. Tras la barra se encontraba apoyado en una escoba, a modo de pastor de oveja churra en los aledaños de Pancorbo, un elemento entradito en años y salidito en meses al que se le abría la boca más que a un gabacho cantando la marsellesa. El bareto se hacía llamar “chalete helvético” o algo así, pero, como tienen buena fama los lácteos suizos, los “cruasanes” franceses y las chirigotas de Cai, me pareció adecuado mitigar mi falta de nutrientes en aquel tugurio.
-Buenos días –me saludó con un bostezo el andoba de la escoba mientras me sentaba en una de las mesas.
-Buenos días – le respondí.
-Parece que va a llover – me dijo sin moverse.
Observé a través del cristal el limpio cielo azul y las primeras claras luces del amanecer y me volví hacia él con un gesto de incredulidad.
-Sí, parece que va a llover – se contestó a sí mismo sin dejar su posición. Parecía cómodo en ella.
El sonido de una radio a todo volumen me sobresalto. – Buenos días, Santi, majetón -sonó la voz del locutor. – Buenos días, Carlos – respondió el interpelado.
El pastor helvético de Pancorbo se puso tenso y me indicó, llevándose el dedo índice a los labios, que me callara. ¡Diez minutos! Diez minutos me tuvo allí sentado escuchando la radio. El tipo ni pestañeaba. Solamente, tras oír no se qué palabras de mármol que comentaba el tal Santi, y nombrar a un tal Luigi o algo así, el tío de la escoba se subió a la barra del bar y comenzó a gritar: Oé, oé, oé.
Pasados unos momentos se bajó de la barra, cogió la escoba y se volvió a quedar tan quieto como Mariano ante la Merkel.
- Oiga, ¿me puede atender? – le pregunté, creo yo, que con bastante educación. Ni me dirigió la mirada.
Me levante de la mesa y me acerqué a él; le pegué un corte de mangas y me dirigí a la salida.
- Hoy es mi cumpleaños – dijo entre susurros. Va venir Expulsión y me va a sacar de paseo… Creo que me va llevar al Mac Donald.
Cerré tras de mí la puerta del bar, monté en el Ferrari y arranqué. ¡Otro día más sin desayunar! Tendré que volver a entrar en algún ”restaurant” de lujo y volver a pedir langosta, angulas y caviar. ¡Qué alegría para mi colesterol!
No, aquel tipo no me cayó bien desde el principio.
D. Penalty, a cascála… y feliz cumpleaños.

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